Brilló en Boca, Estudiantes y San Lorenzo, casi va a un Mundial con la Selección y hoy trabaja en una mina: “Acá pagan más que en otros lados”
“Chile me abrió las puertas. Decidí quedarme una vez que me retiré y no volví más a la Argentina porque me han salido diferentes trabajos. En mi época como jugador no se ganaba tanto como ahora”, dijo alguna vez José Daniel Ponce. “El Bocha” nació el 25 de junio de 1962 en Godoy Cruz, Mendoza, y ahora tiene 60 años. Hace tres décadas que vive en el país trasandino. Formó una nueva familia, siendo padre de dos hijas chilenas (además, tiene un hijo argentino) y armó su vida en Concepción, alejado del mundo del fútbol, ya que trabaja en una minera, luego de haber administrado un hotel, manejado camiones, de haber sido profesor deportivo en municipalidades locales y supervisor en una empresa que extrae minerales.
“De estar ganando 10 mil dólares mensuales pasé a tener que salir a la calle a buscar ese dinero, ya que no era más futbolista y no sabía qué hacer de mi vida, porque no estudié ni hice caso a los consejos que te dan. Me costó conseguir laburo y terminé haciendo un poco de todo, que no es ninguna deshonra”, describe Ponce sobre cómo manejó el post retiro como futbolista profesional.
En la década del 80, el Bocha Ponce se convirtió en uno de los N° 10 notables del fútbol argentino, donde dejó su sello inconfundible de buen juego y excelente pegada. Durante 17 temporada compartió cancha con grandes figuras como Diego Armando Maradona, Jorge Valdano, Ricardo Bochini, Jorge Burruchaga, Alejandro Sabella, Miguel Ángel Russo y Marcelo Trobbiani, entre otros.
El mendocino se formó en Godoy Cruz, pero no llegó a debutar en Primera. Sí lo hizo en Estudiantes de La Plata, donde se consagró bicampeón, primero con Carlos Bilardo en el Metropolitano 82 y luego con Eduardo Manera en el Nacional 83. A fines de los 80 jugó en Boca Juniors, donde ganó la Recopa Sudamericana 89 y la Supercopa 90 bajo el mando de Carlos Aimar. Además, pasó por San Lorenzo de Almagro, cuadro del cual es hincha, y tuvo experiencias internacionales en Colombia (Junior y Unión Magdalena), Francia (Nimes Olympique) y Chile (Coquimbo, Everton y Huachipato), donde puso fin a su exitosa trayectoria.
No obstante, tuvo un buen paso por la selección argentina en su época de mayor esplendor, convocado por Bilardo para disputar la Copa América de 1983, varios amistosos, las Eliminatorias rumbo a México 86 y la etapa previa a dicho Mundial, al que finalmente no fue citado.
“Me dolió haber quedado afuera, porque podría haber sido un buen aporte al plantel argentino, como lo fui cuando hicimos una buena gira por Europa en 1983 y 1984. Hubiese sido lindo ser parte del plantel que se coronó campeón del mundo”, revela el ex mediocampista en diálogo con Infobae.
– ¿Qué es de tu vida, Bocha?
– Estoy trabajando en la minería Salvador, en la Región de Concepción, y disfrutando de las cosas buenas. En el 2012, un amigo me contó del proyecto de Codelco y me recomendó.
– ¿Cómo surgió la idea de trabajar en minería?
-Arranqué en Antofagasta, en el minera escondida. Empecé conduciendo y terminé como supervisor de patio. Luego, me cambié a otra empresa dentro de la misma minera, así que fui conociendo un poco el paño. Antes, en Viña del Mar laburé en un colegio como profesor de fútbol y, tras un tiempo, me metí en la minería. Tengo muchos amigos acá, en la gerencia de la empresa y en la jefatura, y la gente me trata muy bien.
– ¿Te metiste en ese rubro por necesidad económica y como un proyecto de vida?
– Trabajo en la minería porque tengo muchos amigos y gano un poco más de dinero que en cualquier otro laburo en la ciudad. Soy el conductor de los gerentes de la empresa y, a veces, supervisor. Los turnos son de 14 horas por 14 días y en el resto de los días descanso. Soy director técnico, pero en su momento cuando me recibí me vine a Chile, ejercí en los colegios como profesor, pero como los sueldos eran bajos y me pagaban de vez en cuando, tenía que hacer cola para cobrar por ejemplo, decidí dejar los municipios y me metí en el rubro de la minería. Todos tenemos necesidad, según la vida que llevamos adelante. No trabajo por necesidad en la minería, sino que es mi proyecto de vida, el cual incluye amigos, compañeros y equipo de trabajo. Son proyectos que duran entre dos y tres años, y luego surge otro y así vamos.
– ¿Te costó adaptarte a tu nueva vida en Chile?
– No tanto. Cuando llegué a Coquimbo, que es una muy buena región, me fue muy bien como futbolista y me querían muchísimo. Ese cariño que recibí provocó que pensara en quedarme a vivir allí. Luego, me mudé a Viña del Mar y terminé en Concepción, donde me radiqué. Tuve la oportunidad de volver a formar una familia, ya que tengo dos hijas hermosas. Por cuestiones personales, no estoy casado, pero tengo amigos y un hijo de mi primera familia en la Argentina. Así que, gracias a Dios, mis hijas que son las más chicas están bien. No me costó mucho, porque siempre me adapto a todo, ya sea jugando, viviendo, porque soy siempre de la misma manera. Un trabajo de este tipo se paga mucho mejor que cualquier otro en la ciudad.
– ¿Qué costumbres argentinas conservás?
– Comer asado, y no dejo pasar ni uno. También, tomo mate, no tan seguido. Tengo la bendición de que cada dos por tres viajo a la Argentina a visitar a mi familia, a ver a mi nieta que nació hace dos años. Hace diez días falleció mi mamá, pero fue una bendición tenerla hasta los 89 años. Estoy tranquilo y gozando de la vida, más que nada.
– ¿Cómo fueron tus inicios con la pelota?
– En el baby fútbol de Godoy Cruz de Mendoza. Luego, en ese club hice las Divisiones Inferiores hasta la Sexta. Me fui a Estudiantes de La Plata y debuté en Primera a los cinco meses de haber llegado. Tuve una infancia muy bonita en el Tomba, que me llevó a madurar muy rápido. Tuve muy buenos compañeros que me aconsejaron muy bien. Pero cada uno hace su destino y gracias a Dios tuve una muy buena carrera que me llevó a la selección argentina.
– ¿Cuál es el consejo que más te marcó?
– El que más guardo en mi cabeza es uno de Carlos Pachamé, ayudante de campo de Carlos Bilardo en Estudiantes de La Plata. Estaba pasando por un momento muy difícil en mi carrera. Me habían vendido a otro club y no me querían abonar el 15% de la transferencia. Un día, Pachamé me dijo: “Bocha, dedicate a jugar que, si andás bien, vas a tener plata, fama, casa, y todo lo que tú quieras comprar”. Una gran verdad. En los años 80 mi desesperación era comprar una casa para mi familia, y por suerte lo pude hacer en 1982 con la idea de Bilardo, y la disciplina de un compañero como Juan Carlos Delménico, que cada vez que cobrábamos un premio me quitaba la plata y me compraba dólares para tener un buen ahorro. Además, con varias renovaciones de contrato logré qué para el Día de la Madre en 1983 le pudiera regalar una casa a mi mamá y honrar a mis padres.
– ¿Quién te hizo debutar en Primera ante el Argentinos de Diego Maradona?
– El Piojo Yudica que estaba como DT en Estudiantes en 1980 y me acuerdo de que fui al banco en la cancha de Atlanta frente a Argentino. Entré en el segundo tiempo y ni bien agarré la pelota, le tiré un caño a mi amigo a Carlos Alberto “el Pinza” Vidal.
– Luego, fuiste dirigido por Carlos Bilardo en Estudiantes. ¿Qué enseñanza te dejó?
– Fueron muchas. Me enseñó a vivir el partido, a estar concentrado, metido y a ser muy audaz, a entregar lo mejor de cada uno, a vivir los entrenamientos, porque me decía “como tú entrenas, juegas”. Me abrió los ojos. Siempre jugábamos con tres números 10, rodeados de buenos jugadores y nunca me dijo “andá a pegarle una patada a este u otro”. Jamás recibí una orden así. Pero sí te generaba una presión tener a Carlos.
– ¿Por qué?
– Porque tenía enfrente a un tipo con una personalidad y una convicción muy fuerte, que vivía adelantado a las cosas. La tenía re clara, te anticipaba lo que iba a pasar en el juego y recordaba con lujos de detalles los errores que habías cometido en juegos anteriores para que no volvieran a pasar. Solo tenías que escuchar y ejecutar, nosotros lo interpretamos muy bien y lo llevábamos a cabo. El más importante gestor que tuvimos en ese grupo fue el profesor Echeverría, que nos ayudó muchísimo a ser sanos, honestos y buenos compañeros; a tener un grupo tan unido que los resultados llegaban solos; mantenía al grupo lo más armonioso posible.
– Ganaron el torneo Metropolitano 82 de la mano de Bilardo. ¿Cuál era la virtud de ese equipo campeón de Estudiantes?
– Tenía un montón de jugadores bien dotados físicamente y con unas ganas barbarás de salir adelante. Un técnico que la tenía muy clara, con un gran convencimiento y al servicio del equipo. Contábamos con un gran portero y una defensa sólida, los laterales se proyectaban mucho al ataque, el mediocampo supo tener garra y tenencia de balón. Alejandro Sabella era el conductor del equipo y muy bien complementado por Marcelo Trobbiani. Luego, me sumé junto a Hugo Gottardi y Guillermo Trama.
– ¿Tan detallista era Bilardo?
– Detallista y obsesivo como ninguno. El entrenamiento empezaba a las 9 y media hora antes llegaba yo por el portón número 1. A 100 metros estaba el vestuario a donde me dirigía con mi andar cansino para cambiarme. Frente a la puerta del camarín, me estaba esperando Carlos y le dije “buen día”. Me respondió “qué buen día, tardaste cinco minutos en hacer 100 metros. Tenés que venir más rápido y con otra energía; debés ser más eléctrico”. No sabés lo que era Bilardo, tenía un regulación en su cabeza y vivía muy enchufado. Todo eso que generaba Carlos te terminaba contagiando. Así era él, te pegaba una miradita y ya sabía cómo estabas, donde teníamos que ir, con quién estar y qué hacer….
– Ni bien él asume como entrenador del seleccionado argentino te convoca. ¿Qué recuerdos tenés de tu paso por la albiceleste?
– Sí, en el primer partido de Carlos como DT de la selección argentina yo no pude estar porque tuve que jugar una final con Estudiantes contra Independiente. Pero después me llamó para integrar un combinado sub 23 que comandaba. Además, me quedé entrenando con el plantel de profesionales, disputé Eliminatorias para México 86, y jugué Copa América. No me sacaron más, hasta meses antes de la Copa del Mundo. Me dolió haber quedado afuera porque podría haber sido un buen aporte al plantel argentino, como lo fui cuando hicimos una buena gira por Europa en 1983 y 84. Hubiese sido lindo ser parte del plantel que se coronó campeón del mundo.
– ¿Entendiste el motivo de por qué quedaste afuera de la lista definitiva?
– Quedé afuera porque a Julio Grondona no le gustó que haya cobrado el 15% de mi transferencia cuando pasé de Godoy Cruz a Estudiantes La Plata. Y luego me llevaron a pelear los premios y tampoco gustó que en plena charla entre jugadores y dirigentes, con la presencia del presidente de AFA, metiera un bocadillo. Son decisiones que se tomaron en ese momentos, algunos ganaron y otros perdimos. Pero mi estadía en el seleccionado la viví muy intensamente.
– ¿Tenés un buen recuerdo de tu paso por Boca?
– Sí, tengo un gran recuerdo de Carlos Aimar como entrenador. Vivimos algo muy lindo y fuimos campeones de la Recopa y Supercopa Sudamericana. Cuando llegué, el técnico me marcó la cancha. Me hizo una charla, me dictó cómo se trabajaba bajo su mando, y después me agarró y me dijo “contá conmigo y estoy a disposición de tu familia”. Fue porque en ese momento había perdido a mi señora y tenía un hijo chiquito. Sin conocerlo, me dio un espaldarazo terrible. Seis meses antes de llegar al Xeneize había enviudado y sentí su respaldo y el de su cuerpo técnico, ya que el preparador físico también me dijo lo mismo. Los compañeros se mostraron de la misma manera y me ayudó mucho anímicamente. Encima, cuando sos campeón con un equipo así, qué más queres…
-Luego, jugaste en San Lorenzo. ¿Se notó el cambio de un equipo al otro?
– Es otro club grande San Lorenzo, distinto, y lo disfruté también. Siempre quise jugar ahí, porque mi papá era fanático del Ciclón. La verdad es que a mi historia no sé cómo describirla, porque a los seis años pateaba en la puerta de mi casa en Mendoza junto a mi amigo Pelusa, que era más grande que yo, y me hablaba del fútbol todo el tiempo. Mi amigo me describía el equipo campeón del Pincha del 68 y yo me sabía el de San Lorenzo por mi papá. Recuerdo que le nombraba al Mono Irusta, Rodolfo Telch, Victorio Cocco, Roberto Ayala, Héctor Scotta, entre otros. Con el tiempo, un día salía del predio de Godoy Cruz, me puse a pensar y soñaba con jugar en San Lorenzo. Me imaginaba disputar un Superclásico y conocer a los futbolistas de Estudiantes que mi amigo me contaba. Todo eso que algún día soñé, lo pude cumplir. Y también me di el gusto de jugar con Diego Armando Maradona en la selección argentina.
– ¿Qué te generaba jugar al lado de Pelusa?
– El famoso sueño del pibe. Un día, en el entrenamiento del seleccionado jugamos juntos, le di un pase y lo dejé frente al arquero para que definiera. Lo veía en la práctica y me venía hablar, era increíble tenerlo a mi lado.
– ¿Qué te decía?
– “Si necesitás algo, contá conmigo”. “Sé que vivís con tu familia en Buenos Aires y que se vinieron de Mendoza; sé todo de vos”, me aseguraba. Fue un compañero que se interiorizaba por la vida del resto y se preocupaba para que te sintieras bien. Durante las concentraciones, nos citaba en su habitación y nos contaba anécdotas de su vida en Nápoles; la pasábamos muy bien. El grupo de la selección de Bilardo fue muy bueno y del proceso no tengo nada que decir, con profesionales y buenos compañeros todos.
– Luego recalaste en Francia, en una liga competitiva pero diferente al actual. ¿Qué problemas tuviste en ese país?
– Son muy particulares. No quieren a nadie, solo a ellos. Ahí ya tenés una contra, y cuesta mucho que te acepten, tenés que demostrar la calidad de persona que sos y lleva tiempo que te reconozcan. En el fútbol francés el exitismo es total. Entonces, si no ganás, te llueven las críticas, aunque seas el mejor del mundo como Lionel Messi. Yo en lo personal tuve problemas con mi director técnico que era un argentino (Daniel Romeo). Compartía plantel con José Luis Cuciuffo, Pero cuando me tocó jugar en el Nimes Olympique la gente hablaba bien de mí y pasaron otras cosas que nada tiene que ver. Y prefiero no hablar. ¿Qué técnico me dirigió? No viene al caso su nombre, fue una mala experiencia.
– ¿Allí compartiste plantel con Eric Cantona?
– No, cuando yo me fui por diferencias con el DT argentino, llegaron Cantona y un 10 en reemplazo mío.
– ¿A qué edad te retiraste?
– A los 35 años. Colgué los botines porque paraba la pelota y venían los pibes de 18 años y me la sacaban como si fuera un caramelo. Yo siempre tuve buena técnica y manejo del balón, pero dije “es el momento de retirarme ahora y no que le gente me retire”. Me costó colgar los botines, no porque me haya quedado con las ganas de jugar y con esa sensación de querer volver, ya que jugué hasta los 40 años de manera amateur, sino porque quería ser yo el que dijera basta. Encima, subía mucho de peso, de a cinco kilos; no de a uno o dos, de a cinco kilos subía, y bajarlos me costaba un huevo.
– ¿Cómo manejaste el post retiro?
– Es una situación difícil, porque cuando estás en tu mejor momento la gente te dice “mira, estudiá algo, aprendé un idioma, porque el fútbol se termina”. Uno piensa que va a jugar toda la vida y ser millonario, pero de repente te encontrás con situaciones que te cortan todo. Te cuesta conseguir laburo y debés terminar haciendo un poco de todo. Pero no sabés lo lindo que es tener un título profesional y haces valer tu firma, y tus conocimientos; me hubiera encantado tenerlo. Cuando hablaba con los gerentes, me preguntaban: “¿Qué sabes hacer? ¿Dónde te pongo?”. No sabía que responderles porque lo único que sabía hacer es patear una pelota. Se hace muy difícil, creeme que la gente está sufriendo muchísimo.
– ¿A qué te dedicaste luego de retirarte?
– Hice el curso de director técnico durante dos años e incursioné en las municipalidades, y empecé a dar clases de fútbol en los barrios de bajos recursos. Me llamaban de empresas para que fuera a jugar y yo les cobraba. Por ejemplo, Nestlé, aunque como no me quería pagar le sacaba 300 yogures o leches. Para los pibes míos era oro. También se las regalaba a los alumnos carenciados a cambio de que no hubiera papeles tirados en el piso. La verdad es que hicimos un trabajo bonito y los chicos humildes son los que mejor recepcionan y te hacen caso, si los tratás bien.
– ¿Pudiste hacer un buen colchón de dinero para vivir cómodamente un tiempo sin trabajar?
– Sí, con el colchón de guita que hice pude comprar casas y hasta el día de hoy las poseo. No tengo problema de techo. Pero apareció un sorete que decía ser mi amigo y me cagó una buena parte de dinero ahorrado. Hasta el día de hoy se caga de risa, pero dejo que Dios lo juzgue. Laburo día a día porque debo hacerlo como proyecto de vida para seguir creciendo. No se me cae la cara de vergüenza porque me crié tomando una tacita de té con un pan duro amojosado y me iba a dormir con las tripas calientes. Luego, pasé a comer caviar, pero no me asusta porque sé de donde vengo.
– ¿Qué consejo les darías a los jóvenes que recién empiezan en el fútbol?
– Hay que ser alguien en la vida porque el fútbol no dura para toda la vida. Y si podés estudiar, debés hacerlo, porque una lesión puede terminar con tu carrera y debes seguir viviendo. Recuerdo un consejo que me dio Daniel Pasarella.
– ¿Qué te dijo?
– Me preguntó: “¿Tenés una cuenta bancaria en Estados Unidos?”. “Sí, a nombre mío y de mi representante”, le dije, y me respondió “tené cuidado con los representantes porque te pueden cagar. Así qué poné las cuentas a nombre de tu mamá y de tu papá; tu familia nunca te va a cagar”. Ese consejo es para que los pibes de hoy del fútbol abran los ojos y que nadie te maneje tu plata, e interfiera en su carrera.
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