El FdT se apalanca en las batallas provinciales mientras espera una tregua electoral entre Alberto Fernández y CFK
El tiempo apremia en el Frente de Todos ante al cierre de listas para las PASO. Sin embargo, a cinco semanas de la fecha límite para inscribir los frentes -el 14 de junio- todas las definiciones están atadas a un solo movimiento que en los distintos espacios del oficialismo consideran inminente: el esperado cónclave entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner para ordenar la estraetegia electoral de la alianza de gobierno, que aún no decidió si definirá los nombres para las Generales a través de las PASO o acordará un candidato único.
A la espera de que se produzca el encuentro, a partir de hoy los dirigentes se aferrarán a los esperados y eventuales triunfos en las provincias, donde las versiones locales del PJ o partidos afines buscarán retener el poder frente a la amenaza de Juntos por el Cambio. Eso sí, despegados de los alicaídos liderazgos nacionales.
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La definición de los nombres de los candidatos para la Presidencia es la etapa más esperada, pero será la última, advierten en las tres terminales del FDT. Antes, hay coincidencia, es “necesario” que el Presidente y la vicepresidenta se reúnan en persona y envíen un mensaje al resto de la dirigencia en un contexto adverso no sólo a nivel político, por las internas, sino, sobre todo, por las complicaciones en la intención de voto por la crisis económica. Esta semana, sin ir más lejos, se conocerá que el índice de inflación volverá a subir después de la última corrida cambiaria, y el Gobierno no tiene herramientas para bajarla en el corto plazo.
Las versiones sobre la proximidad de un acercamiento empezaron luego de que Cristina Kirchner abriera las puertas a un “debate cuerpo a cuerpo” durante su “clase magistral” en el Teatro Argentino de La Plata. Pero en su entorno mantienen el hermetismo y se limitan a dar pistas. “Estamos en un proceso de decantación. Alberto ya entendió que no puede ser y hasta ahora lo estuvo digiriendo. Ahora seguramente vendrá una etapa de reconstrucción. La política no se hace en base a rencores sino con responsabilidad”, dijeron, misteriosos, en una relevante oficina K.
En las terminales afines a la vice, mientras tanto, dan algunas señales que indican la proximidad de un acercamiento. Por caso, cerca del ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, dirigente de diálogo fluido con la vicepresidenta, deslizaron que un encuentro entre los líderes enfrentados favorecería al armado electoral. “Está trabajando para que pase”, admitieron en el entorno del camporista “moderado”.
El “trabajo” consiste, básicamente, en una serie de reuniones y diálogos, a puertas cerradas, entre los alfiles de Alberto Fernández y Cristina Kirchner que, dicen en ambos lados, desembocarán “tarde o temprano” en una conversación presencial. El vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos, habla con Cristina Kirchner, Máximo Kirchner y De Pedro. Y hay contactos entre el jefe de La Cámpora y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, con la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz; y su par de Obra Pública, Gabriel Katopodis.
Más allá de las negociaciones de sus respectivos interlocutores, el cónclave depende exclusivamente de ellos. “Los tiempos los imponen los líderes”, dijo el asesor de un ministro con llegada a ambos espacios. “Ahora hay que esperar a ver quién hace el primer movimiento”, agregó un importante funcionario de confianza de Alberto Fernández. Cerca de la vice aseguran que ella es la menos reticente, y señalan que es el Presidente quien tiene pruritos. Pero en la Casa de Gobierno, desde hace algunos días, en contraste con la postura del último año, niegan cualquier reticencia.
A pesar de que no está confirmado, en los despachos más importantes empezaron a especular sobre el formato que tendrá el incierto encuentro. “No sabemos si va a ser una cumbre con una foto, mirando a cámara. Es poco probable. Pero va a pasar”, dijo, confiado, el asesor de un ministro de peso en el Gabinete. “Quizá sumen a un gobernador para aflojar, quizá estén solos, pero se tienen que ver”, arrojó un experimentado armador.
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La moneda de cambio, en este punto, es “simbólica”, dijeron en Balcarce 50. El renunciamiento de Alberto Fernández, más allá de sus posibilidades reales de competir, fue una concesión al ala dura. Y dos semanas después, el planteo central de los albertistas a los disidentes -además de lugares en las listas, un tema posterior- es que la estrategia política del sector mayoritario deje de girar en torno a las fallas del gobierno nacional. “Si nos seguimos enfocando en lo que faltó no llegamos a ningún lado”, reclamó un funcionario nacional de perfil dialoguista.
Alberto Fernández está convencido de que la “puesta en valor” de la gestión, además de beneficiarlo (o redimirlo) políticamente, ayudaría al frente en su conjunto. Y aparentemente hay recepción al reclamo: en sus más recientes apariciones, Cristina y Máximo Kirchner aflojaron los pases de factura e inclusive deslizaron algunos -brevísimos- reconocimientos al Gobierno.
“Con Alberto hubo mucho disgusto, pero tenemos muy en claro que Alberto no es Macri. Alberto no endeudó al país por 50 años. Tuvo sus cosas y las supimos marcar, pero sabemos dónde está el verdadero enemigo”, dijeron en La Cámpora, como olvidados de la virulencia de las quejas K en la interna, durante los últimos tres años.
Al interior
Por lo pronto, el Gobierno se enfocará en la performance en las provincias, que desdoblaron las fechas para despegarse de la Nación. Ningún triunfo está asegurado, pero a diferencia de la Nación, donde se ven más complicados, en el Gobierno son optimistas, encuestas en mano, en casi todos los casos.
De hecho, el Presidente tiene planeado viajar a los distritos que resulten triunfadores, en visitas que distribuirá durante la semana posterior según el nivel de importancia. “No siempre va a ir al día siguiente, pero seguramente va a estar”, dijeron. En el entorno de Cristina Kirchner, como es habitual, se reservan cualquier definición sobre eventuales visitas a futuro. Teniendo en cuenta la tensa relación con los gobernadores, es poco viable que viaje.
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El primer turno para capitalizar una elección provinial será mañana, cuando Alberto Fernández tiene previsto desembarcar en La Rioja para festejar la victoria de Ricardo Quintela, que probablemente logre la reelección al derrotar a su contrincante de Juntos por el Cambio, el macrista Felipe Álvarez. Y en los días subsiguientes no descarta pisar Misiones, si es que se impone el ex gobernador Hugo Passalacqua, que busca suceder a Oscar Herrera Ahuad. Sí está decidido que no irá a Jujuy, donde gobierna el radical presidenciable Gerardo Morales, que lleva como delfín a su ministro de Economía, Carlos Sadir. En la provincia de la líder de la Tupac Amaru, Milagro Sala, la oposición local, que lo acusa de “abandonar” a la referente social kirchnerista, tampoco lo recibiría con los brazos abiertos.
La fecha más importante, por la cantidad de elecciones, será el próximo domingo, cuando se disputan sendas batallas en La Pampa, Tierra del Fuego, Tucumán, Salta y San Juan. El oficialismo se muestra confiado en todas, y es muy probable que el Presidente se reparta los días para ir, como mínimo, a las dos primeras. Con poco para festejar en el ámbito nacional, con una economía en crisis y sin un candidato que resalte lo suficiente como para imponerse sobre el resto, el Frente de Todos será, por unos meses, marcadamente federal.
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