Juan Martín del Potro, un ejemplo de resiliencia
Por lo general, apelar a las estadísticas para dimensionar la grandeza de los fenómenos del deporte representa un recurso entre facilista, injusto e insuficiente. Sin embargo, como todo atajo, puede tener el valor de lo contundente.
El reciente triunfo de Novak Djokovic en Roland Garros no solo lo convirtió en el hombre récord en la historia de ganadores de Grand Slams sino que, de alguna manera, nos recordó que, ante el retiro de Roger Federer y la sospecha de que a Rafa Nadal no le quedan demasiados cartuchos a mano, la epopeya de los gestores de la más impactante hegemonía que registra la historia del tenis masculino, de alguna manera, aún sigue vigente. Desde ya que nadie sueña con volver a ver algo de los maravillosos duelos que nos regalaron los tres fenómenos durante gran parte de lo que llevamos vivido del Siglo XXI. Pero viendo como se hizo cargo de la leyenda durante la ultima cita parisina, deja en claro que, aun sintetizados en la figura del serbio, los muchachos parecieran estar diciendo algo asi como “miren lo grandes que fuimos que los pibes aun no pueden con el que queda de nosotros”. Por cierto, la posibilidad de que Djokovic siga sumando grandes premios, inclusive en el Wimbledon que se viene, es algo que a nadie debería sorprenderle.
Contemporáneo de estos fenómenos durante buena parte del ciclo, son justamente ellos quienes ayudan a poner en blanco sobre negro lo que representa Juan Martín del Potro, ese que nos llena de ilusión con su deseo de volver a la acción en el US Open en honor a una apuesta que se hizo a si mismo camino al título del seleccionado en Qatar.
Del Potro le ganó 4 veces a Djokovic, 6 a Nadal y 7 a Federer. Jamás en ocasiones menores a finales de torneo, Masters, Grand Slams, Master 1000, Copa Davis y Juegos Olimpicos. ¿Por qué importa ese detalle? Porque, de tanto en tanto, los cracks se distraen y se toman un recreo. Pero rara vez se lo permiten en circunstancias como las mencionadas.
Hablemos del ranking. Fue Top Ten en tres etapas. Entre octubre de 2008 y septiembre de 2010, entre enero de 2012 y agosto de 2014 y entre enero de 2018 y mayo de 2019. En todos los casos, procesos interrumpidos por lesiones. Y durante tres semanas de 2018 fue número tres, sólo superado por Federer y Nadal.
Podemos sumar su historia copera. Debajo de la polémica por la final perdida en Mar del Plata, en 2008, de las peleas internas y de la lesión que le impidió competir el ultimo día de la serie, con apenas 19 años nos metió en esa final destrozando en el Parque Roca a Nikolái Davydenko e Igor Andreev, singlistas rusos ante los cuales perdió, sumados los dos encuentros, apenas 14 games. Casi una década mas tarde, antes de ganar un partido mágico en la final de Zagreb ante su amigo Marin Cilic, viniendo de dos sets abajo, se cargó a Andy Murray en Glasgow cuando la semifinal del torneo lo encontró casi fuera de los 200 mejores del ranking mundial.
Como para poner en contexto su vinculo con la celeste y blanca, sus dos medallas olímpicas redondean la idea. En Londres perdió con Federer una semifinal considerada de los mejores partidos a tres sets jugado en los tiempos modernos. En Rio se garantizo la plateada ganándole a Nadal un partido extraordinario en esos días en los que, por la ultima operación de entonces, no podía pegar el revés sino con slice: su corazon y su tenis no fueron vulnerables ni siquiera dándole a los rivales una información tan valiosa.
Y en ambas ocasiones tuvo a Djokovic como victima predilecta. Es más, imposible no recordar las lagrimas del serbio despues de que Delpo lo eliminara en la primera rueda de Rio.
Hay mucho mas, podrán imaginarse. Pero es bueno ser selectivo con las ayuda memorias; cuando nos vamos largos con los datos corremos el riesgo de vulgarizar la idea, de naturalizar lo que es extraordinario.
Por suerte, no es necesario ahondar demasiado respecto de las virtudes de su juego. Usted y yo lo hemos disfrutado un montón desde la tribuna o la tele.
Sin embargo, hay una característica que siempre me llamó la atención de su juego. Algo así como una combinación entre potencia intratable y astucia para poner en precio los errores ajenos. Dueño de un saque privilegiado, Juan Martin pasó de tener uno de los mejores reveses del circuito a quemar la derecha como un desaforado cuando la salud deportiva empezó a condicionarlo. Pero jámas se olvidó de que el de enfrente también juega. Que acierta pero también se equivoca. Y dejó en claro que alguien de casi dos metros y 100 kilos también es capaz de ser un buen defensor.
El tandilense fue, al fin y al cabo, un ejemplo de resiliencia: cuesta recordar alguien que haya tenido tantas vidas y tantas muertes deportivas en poco mas de una década de carrera. Nunca intrascendente, Delpo demostró, además, que ningún golpe influye más en el tenis que una buena cabeza.
De golosos que somos, fantaseamos con otra vuelta gloriosa del tandilense. Nos pasó a muchos mientras lo veíamos entrenarse en el Buenos Aires antes de la despedida con Fede Delbonis en el Argentina Open. Nos pasa ahora, que parece volverá al National Tennis Center en el que le ganó una final extraoridinaria nada menos que a Federer. En realidad, es justo dejar el deseo personal a un costado y hacer fuerza para que el se dé el gusto de volver a sentir que, aunque sea por un rato, puede seguir haciendo eso que hizo tanto tiempo tan bien como pocos.
En 2017, durante el Mundial de Atletismo de Londres, me tocó sufrir el adiós de Usain Bolt. Durante el ultimo relevo de la posta 4×100, el jamaiquino arrancó y de inmediato terminó en el suelo, desgarrado. A un costado de la pista, el británico Mo Farah, que venia de ganar los 10.000 metros, miraba entre desolado y boquiabierto la caída del coloso. Tan absorto estaba que tuvieron que avisarle que el equipo de su país había logrado un triunfo histórico. Para el mundo del deporte, en ese momento el resultado se había convertido en una curiosidad estadística. Nada podía pesar mas que la desolación por ver a semejante competidor impedido de celebrar su despedida de pie.
Justamente eso, celebrar de pie lo que sea que pueda hacer, es lo que cabe desearle a Juan Martín. Que no es justicia divina que los fenómenos deban decir adiós contra su voluntad.
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