Mitos y verdades del 6-0 de Argentina a Perú en el Mundial de 1978, el partido de la eterna sospecha
¿Cuánto dura un partido de fútbol? Formulada así, parece una de las preguntas con respuesta más fácil que pueda existir, ya que hasta aquellos que no lo siguen ni de cerca, saben que su extensión es de 90 minutos. Sin embargo, hay un encuentro que es interminable, cuyas secuelas parecen ser eternas y que había comenzado antes que el árbitro diese el pitazo inicial en la fría noche rosarina del 21 de junio de 1978. Argentina contra Perú, en el cierre de la zona semifinal del Mundial quedó envuelto por siempre en un cúmulo de sospechas, dudas e intereses, que han ido mucho más allá de lo que ocurrió dentro del campo de juego.
El periodista Ezequiel Fernández Moores cubrió el Mundial ‘78, pero luego realizó múltiples investigaciones para diversos trabajos y documentales. Su palabra es de las más autorizadas: “Los temas que rondaron el partido, desde la donación de trigo a Perú, la bomba que explotó en la casa de Alemann con el cuarto gol de Argentina, la manifiesta división de jugadores en el plantel peruano y miles de rumores más, se instalaron y permanecen. De todo no hay nada que se haya podido probar en aquel momento y aún en el día de hoy, 45 años más tarde. Mi sensación final, que no tengo como certificarla, es que hubo una sugerencia entre las dictaduras, para que Perú estuviera atento con el dueño de casa. Si el Mundial se hubiese disputado en Brasil, la atención hubiera sido para ellos. Un planteo del estilo: ‘Argentina organizaba su Copa del Mundo y esa noche se jugaba el boleto a la final, tengamos una atención’. Después la cosa ya pasa a otro plano, que es la docilidad o el nivel de corrupción de cada uno. No creo que haya sido algo uniforme con todo el plantel. Tal vez hubo algún jugador miedoso o corrupto, o alguno que no quiso saber nada con la situación, como por ejemplo José Velázquez, que por eso se supone que fue cambiado a los pocos minutos del segundo tiempo. Hay elementos que deben ser tenidos en cuenta a la hora del análisis, como el hecho que Argentina ya le había ganado ampliamente en Lima en el mes de marzo, o que Perú era una selección eliminada y con escasa motivación”.
El formato del certamen estableció una primera fase con cuatro grupos de cuatro países. Los dos primeros avanzaban a una segunda instancia similar (dos zonas de cuatro). Los ganadores de cada una de ellas serían los finalistas. Allí fue donde Argentina compartió el B junto a Brasil, Polonia y Perú, mientras que en el A estuvieron Países Bajos, Alemania, Austria e Italia.
La primera controversia tuvo que ver con el horario de los partidos para aquel miércoles 21. Al momento de realizarse el sorteo, el 14 de enero, FIFA estableció que Argentina iba a disputar todos sus cotejos a las 19:15 (hora local), sin que haya otros simultáneos. Tal determinación no fue objetada por nadie, pero el escenario cambió el domingo 18 por la noche, cuando al concluir el match contra Brasil en Rosario, ambos quedaron igualados en tres puntos y el cronograma determinaba que el cuadro liderado por Zico y Rivelino debía enfrentar a Polonia en Mar del Plata a las 16:45, con la clara ventaja deportiva que significaba que la Albiceleste saliese a la cancha contra los peruanos sabiendo el resultado.
Claudio Coutinho, director técnico de Brasil, se presentó en la conferencia de prensa apenas concluido el match y fijó su posición: “Jugar conociendo el resultado del partido anterior es una ventaja para Argentina. No es un tema sobre el cual yo pueda resolver, pero me sentiré muy conforme si la FIFA equilibra los horarios de los dos partidos del miércoles”. En esa sintonía se movieron los directivos de su federación, presentando un pedido formal, que rápidamente fue desestimado por su compatriota, Joao Havelange, que era el presidente de FIFA. Así dejaba sentada su opinión el lunes 19: “El cambio de horario es imposible por problemas técnicos. Uno de ellos es que ya están reservados los horarios del satélite para las transmisiones televisivas y no se pueden modificar”.
Más allá de las negociaciones, todo quedó como estaba establecido desde el sorteo. En el famoso y discutido horario de las 16:45, Brasil salió al campo de juego del estadio de Mendoza para medirse con Polonia, una sólida selección, de buenos antecedentes. Vestido con casaca azul, el cuadro sudamericano hizo su parte, al ganar por 3-1 y quedar a la expectativa de lo que ocurriría un rato más tarde en Rosario. Con ese score, obligaba a Argentina a tener que ganarle por cuatro goles a Perú para ser finalista y no depender de nadie.
Omar Larrosa era integrante del plantel argentino y esa noche sería inolvidable para él, porque significó su presentación en el Mundial y fue la figura de la cancha. Así evoca aquella jornada plagada de condimentos dentro y fuera de la cancha: “Me tocó debutar recién contra Perú, como volante derecho, por la lesión de Ardiles y sinceramente, estuve iluminado. Y por suerte fue así, porque fue un partido lleno de nervios. Estábamos en la entrada en calor, sabiendo que teníamos que hacer tres goles. Escuchando la radio, nos enteramos que Brasil había convertido uno sobre el final y necesitábamos cuatro para ser finalistas. Sinceramente, el ánimo no estaba óptimo, pero nos salió todo a partir que entró el primero. Ellos tuvieron dos muy claras al principio. Sin dudas, los muchachos de Perú no estaban de la mejor manera al saberse eliminados y los pasamos por arriba. Con respecto a todo lo que se habló por afuera de lo deportivo, nunca sentí que hubiese nada raro”.
Es cierto lo que marca Larrosa sobre los rivales. Perú era una selección que había deslumbrado en la fase inicial, donde muchos lo descartaban, porque los lógicos candidatos eran Países Bajos y Escocia, pero terminaron ganando el grupo con autoridad. Otra fue la historia en la segunda ronda, donde la dura derrota con Brasil 3-0 en el arranque hizo reverdecer las divisiones internas entre los futbolistas de Sporting Cristal y Alianza Lima, que el talento de Teófilo Cubillas, su máxima figura, había disimulado con goles y pinceladas de lujo en el arranque. La caída ante Brasil tuvo como uno de los factores más importantes la floja actuación de la defensa y del arquero Rubén Quiroga. Pocos días más tarde, fue vencido por Polonia 1-0, quedando sin chances.
Por sus tareas periodísticas, Ezequiel Fernández Moores estuvo muy cerca del plantel peruano en las horas previas al gran choque que tenía en vilo a un todo un país que quería ser campeón del mundo por primera vez: “Un par de días antes me tocó estar en el hotel céntrico donde se concentraba Perú y la sensación que flotaba en el ambiente era como que ya se querían volver a su país al quedar eliminados. La cabeza estaba en otro lado. Habían empezado muy bien, se fueron pinchando de a poco y en ese momento era una selección vencida. El resultado 6-0 era posible, por la diferencia de motivación entre ambos, pese a que, si uno vuelve a ver los goles, se observa una defensa que hacía agua por todos lados. Creo que fue un combo de elementos que quizás expliquen el amplio score final”.
El cuadro que debía enfrentar a Argentina estaba golpeado, desmoralizado y eliminado. El estadio de Rosario Central explotaba de euforia y faltando pocos minutos para el comienzo, cuando los futbolistas peruanos se estaban cambiando, se abrió la puerta de su vestuario por donde ingresaron Jorge Rafael Videla y Henry Kissinger, hombre del gobierno de los Estados Unidos con fluidos lazos con la dictadura militar, que había arribado al país en las primeras horas de ese día. Almorzó con la junta en la residencia presidencial de Olivos y por la tarde viajó con ellos en avión hacia Rosario. Juan Carlos Oblitas, uno de los mejores delanteros de aquella selección, recordó ese instante: “Esa situación fue realmente única y alarmante, no había sucedido jamás. Recuerdo perfectamente la presencia de Videla con un grupo grande personas, entre los que estaba Kissinger… Realmente me llamó la atención y creo que fue algo psicológico, para generar presión”.
Precisamente este futbolista es destacado en la charla por Fernández Moores: “El más interesante de aquellos jugadores peruanos siempre fue Juan Carlos Oblitas, con quien viví una situación muy particular. En la previa del inicio de México ‘86 lo encontré en un pasillo del estadio Azteca y comenzamos a charlar. La conversación se fue dando como para que le preguntara por eso, ya que estaba abierto al diálogo sobre lo sucedido, a tal punto que lo grabé cuando dijo: ‘En ese partido pasaron cosas raras y no pongo las manos en el fuego por nadie’. Fue una pena que otro periodista argentino que se sumó, lo comenzara a indagar de manera casi intimidatoria. Oblitas se enojó y reculó, en una actitud entendible, pero que nos dejó sin la continuidad del testimonio. Son muchas cosas que se juntaron en un solo partido. Cuando tuve la oportunidad de hacer un documental al respecto, recuerdo la entrevista con Juan Aleman, que era el secretario de hacienda, quien estaba claramente en contra de los inmensos gastos que generaba el Mundial. Nos dijo en forma textual: ‘Si me pusieron una bomba en mi casa, justo en el momento del cuarto gol, es porque alguien sabía que iba a haber un cuarto gol’, sugiriendo el arreglo del resultado. Un recordado colega, Carlos Juvenal, me contó el hecho de haberlo encontrado a Héctor Chumpitaz, defensor peruano, dos días después del partido, haciendo compras por la calle Florida, quien le dijo que había compañeros que habían ido a menos. Carlos lo contó públicamente. Pero luego nadie dijo nada”.
En el plano futbolístico se recordaba un antecedente muy fresco. Se habían enfrentado el 19 de marzo en Buenos Aires y el 23 en Lima, ambos con triunfos de Argentina. En el cotejo disputado en la capital de Perú, la actuación de los hombres de Menotti en el primer tiempo fue descollante, al punto que antes de la media hora ya estaban ganando por 3-0. Pero la historia en Rosario comenzó muy distinta, porque los nervios eran evidentes en los futbolistas argentinos. Apenas iban 10 minutos cuando Juan José Muñante ingresó por la derecha de la defensa, aguantó el cruce de Passarella, su disparo superó la salida de Fillol y se estrelló en el poste. Apenas cinco minutos después, una situación similar se dio en el sector opuesto de la defensa, por donde Oblitas aventajó en la carrera a Olguín y el remate salió a centímetros del palo izquierdo. Un sudor frío recorrió a todos. Argentina necesitaba hacer 4 goles y por poco no estaba dos abajo.
Pero todo cambió a partir de los 20, cuando Mario Kempes se metió con decisión entre los zagueros y anotó en 1-0. Desde allí fue un aluvión que asedió sin descanso a su rival, no solo con los delanteros, sino con la llegada de los volantes y el desenganche permanente de Passarella. Sobre el final de la etapa, tras un córner, Tarantini puso el 2-0 con golpe de cabeza. Kempes a los 3 del segundo colocó la esperanza a solo un gol. Y este llegó apenas 120 segundos más tarde con una palomita de Leopoldo Luque sobre la línea del arco. Argentina ya tenía en el bolsillo la anhelada ventaja, frente a un adversario que se fue desdibujando hasta ser apenas un partenaire con mínimas respuestas. El Loco René Houseman y Luque nuevamente decoraron el ya mitológico 6-0.
Uno de los principales apuntados apenas terminado el encuentro fue el arquero Rubén Quiroga, nacido en Argentina y nacionalizado peruano. Aquí había atajado en Rosario Central entre 1979 y 1971, se marchó a Perú, donde hizo una gran carrera. Regresó en el ‘76 para ocupar la valla de Independiente y luego se volvió. A los dos días del 6-0, publicó una carta abierta en Clarín, donde dejaba clara su posición sobre lo que había sucedido, remarcando la superioridad argentina. Con el paso de los años, siempre defendió su postura: “Yo tengo la conciencia limpia. Argentina nos ganó bien, porque les salieron todas y a nosotros ninguna. Incluso, dos de los goles fueron en posición adelantada. Lo que pocos dicen es que, cuando el resultado era aún incierto, Muñante pegó un tiro en el palo, que, si entraba, otra hubiese sido la historia”.
En el año 2018 fue el delantero José Velásquez, quien formuló duras declaraciones, acusando a varios de sus compañeros: “Seis jugadores se vendieron. Solo puedo nombrar a cuarto, porque hay otros dos que son famosos y les puedo dañar sus carreras: Rudolfo Manzo, Raúl Gorriti, Juan José Muñante y Ramón Quiroga. El técnico me sacó a los 10 minutos del segundo tiempo, cuando solo perdíamos 2-0, algo que no había ocurrido jamás”.
El árbitro francés Robert Wurts hizo sonar su silbato decretando la goleada y el pase a la final de Argentina. En toda la geografía nacional se desató una euforia que duró hasta la madrugada, con la continuación días tarde, con la obtención de la Copa del Mundo. Pero ese pitazo del juez, como pocas veces en la historia del fútbol, no marcó el final sino el principio. A partir de allí se han tejido miles de historias sobre lo ocurrido entre Argentina y Perú, con tantos argumentos para un lado, como para el otro. Pasaron 45 años. El partido se sigue jugando.
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