Cronología del ensayo electoral de Cristina Kirchner que terminó con Sergio Massa como candidato de unidad
“No hay que apurarse, falta”. Era imposible contener lo que parecía un hecho. Voceros oficiales, secretistas oficiosos, políticos de primera línea y hasta gobernadores, lo daban como un hecho. Pero la fórmula Eduardo “Wado” De Pedro-Juan Manzur, en los hechos y más allá de la voluntad de sus protagonistas, fue un simulacro que reforzó dos datos políticos de primer orden: la inquebrantable centralidad de Cristina Kirchner para jugar hasta estirar los límites, y la fortaleza de una alianza táctica sigilosa pero decisiva entre el ministro de Economía, Sergio Massa, y el diputado Máximo Kirchner.
La vicepresidenta jugó el juego que más le gusta pero con reglas nuevas. Si antes fue un tuit publicado una mañana anodina de sábado, esta vez fue una estrategia más sigilosa, que tuvo como insumos la incontinencia y la precipitación de aquellos que eran piezas en un tablero de ajedrez ajeno. La escenificación de que el último hilván lo dio CFK es que todo ocurrió en el espacioso despacho de la presidencia del Senado. Desde allí se tuiteó el final de una serie de intrigas de alguna plataforma de streaming, que promete más temporadas.
El anuncio de la fórmula Massa-Rossi se produjo después de que la combinación Wado-Manzur recogió de parte de los sectores más duros del cristinismo, entre incredulidad, rechazo y recelo. ¿Fue un testeo? Lo cierto es que ese binomio que convencía a menos que pocos se superponía con la resistencia pacífica de Daniel Scioli y la continuidad de su desafío a ir internas. De dos malas no surgía una buena.
Había que entender las palabras, pero sobre todo los hechos y, más, los silencios. Durante las últimas semanas, Cristina Kirchner habló en público, hizo actos políticos -uno en la Plaza de Mayo- y hasta dio una entrevista en televisión, de esas que elige dar muy de vez en cuando. Tanto que a veces pasan años.
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En cada una de esas apariciones públicas, la vicepresidenta dejó rastros que, vistos en perspectiva, tienen una lógica, eran un camino que podía desembocar en este destino, en esta fórmula sorpresiva. Dijo que no iba ser mascota de nadie y que no sería candidata a nada. Hubo operativo clamor acá y allá. Diagonales posibles, intentos por convencerla. “Le vamos a hacer un acto en la 9 de Julio y va a tener que aceptar”, me dijo una dirigente cristinista que todavía debe estar pensando qué pasó entre el miércoles y la noche del viernes. A Cristina le pedían que sea senadora, diputada, ¿por qué no gobernadora?
Nada. Cristina les pidió que cada uno de los suyos que tome el bastón de mariscal, que militen y traten de convencer y convocar adhesiones para una propuesta electoral. Después les tuvo que aclarar que no tenían que usar ese objeto de tradición peronista para darle cachiporrazos a nadie. Y mientras crecían las candidaturas a medida que se acercaba la fecha del cierre de listas, Cristina Kirchner decidió replegarse, otra vez, en el silencio. Dejó actuar.
Ahí aparecen cinco actores clave que, cada uno a su modo, jugó con sus armas la posibilidad de ser candidato. Alberto Fernández, Sergio Massa, Eduardo “Wado” De Pedro, Daniel Scioli y Juan Manzur.
El presidente creyó ganada la batalla de las PASO, cuando frenó el intento de anularlas en el Congreso. Y cuando se bajó y renunció a una imaginaria reelección, como ofrenda para que otros compitan en su nombre. Este final lo deja expuesto a una extraña paradoja, puso a uno de los suyos, pero no habrá fórmula única. ¿Perdió ganando? ¿Ganó perdiendo?
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Sergio Massa asumió en agosto pasado el Ministerio de Economía después de una crisis política que parecía llevarse puesto todo, incluso al gobierno de Cristina y Alberto entero. Se temió la escena del helicóptero, un sello que el peronismo sólo atribuye al radicalismo. Abrigaba desde ese momento -y también con sigilo- el sueño de ser candidato a presidente, de ganarse la chance de competir si evitaba el colapso. “La inflación es alta y un problemón, pero la gente no va a votar sólo por eso”, decían días atrás en el equipo de Economía. Cuadratura del círculo. Política como arte de lo imposible.
Este año, en simultáneo a que Máximo Kirchner y La Cámpora cuestionaban las PASO, el líder del Frente Renovador castigó con esmero y dedicación la rebelión del albertismo y su súbita vocación por las internas en el PJ. Alberto Fernández, que además de presidente de la Nación ocupa el mismo cargo en el Justicialismo, se declaraba enemigo de la lógica omnipotente que lo puso a él mismo en ambos cargos.
“No nos entra un quilombo más”, dijo en público, mientras en privado se mostraba fastidiado por las filtraciones que él veía que surgían de la Casa Rosada: “No atajan ni un quilombo y boludean jugando a los soldaditos”, les recriminó a “los machos del off” que él identificaba en la Casa Rosada. Era marzo y a los pocos días rodó el fugaz jefe de Asesores, Antonio Aracre.
Es todo parte de la misma historia: las refriegas contra un presidente que fomentaba, al mismo tiempo, candidaturas ajenas, como las de Juan Manzur, Victoria Tolosa Paz o, la última y con bríos que parecían imparables, de Daniel Scioli, que, más allá de sus desmentidas, era impulsado desde Balcarce 50.
Massa, al igual que Máximo Kirchner, sostuvo, primero en privado y después en público, que no podía someterse el mismo gobierno a una interna que, entendía, debilitaría al oficialismo y lo pondría ante el riesgo mortal de terminar terceros, fuera del balotaje. “¿A cuánto se va a ir el dólar si Milei sale primero?”, les decía a políticos y empresarios. “Que sea Juan, Pedro o el ratón Mickey, pero que sea un candidato para enfrentar el desafío que tiene la Argentina por delante”, dijo Massa en el último y anticipatorio, acto del Frente Renovador. Allí también anticipó que, si hubiera PASO, allí estaría representado el partido.
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Y mientras tanto, de Cristina Kirchner, silencio de radio. Es una cronología que tiene más secuencia, y que resalta que mientras todos los actores movían sus piezas, la vicepresidenta evitó agitar o desalentar de manera literal a unos a favor u otros en contra.
Los últimos dos actores principales tuvieron sus motivos para ilusionarse con contar con el apoyo y el aval supremo de la vicepresidenta para terminar en la cabeza de la boleta del Frente de Todos, que ya se mudó de piel y apareció públicamente con nuevo nombre: Unión por la Patria (UxP).
Daniel Scioli confirmó su decisión de jugar y dijo que estaba dispuesto a ir a fondo. Los gobernadores -esos seres mitológicos del peronismo que pueden estar en dos, tres o cuatro lados al mismo tiempo- lo llamaban y le palmeaban la espalda, mientras negociaban a varias bandas. Apasionados de las partidas múltiples, hablaban con el Instituto Patria, la Casa Rosada y Sergio Massa. Aunque creía contar con voluntad, apoyo, financiamiento y las condiciones, Scioli al final quedó en compañía del veterano Hugo Moyano, la ministra Tolosa Paz y la lúcida Mayra Arena. “Había tan pocos que faltaba uno más y no cabía”, decía Macedonio.
A esa orfandad se le contrapuso la jubilosa proclamación de una fórmula incómoda, como la Wado De Pedro-Manzur. El ministro del Interior fue dentro del universo kirchnerista el que se puso de verdad el traje de candidato, recorrió medios, fatigó teléfonos, convenció a los propios -pero más a los extraños- de que lo suyo iba en serio.
Era una carrera contra reloj para romper el peor de los diagnóstico para un político que quiere ser candidato: el desconocimiento. ¿Su fallida proclamación fue porque no le alcanzó o porque de verdad fue el hombre de paja de Cristina Kirchner mientras zurcía la nueva bandera que llevará el peronismo el 13 de agosto? Imposible saber qué es verdad y qué mentira en todo esto.
Lo cierto es que De Pedro-Manzur era un plato difícil de digerir para los sectores más tradicionales del peronismo, que quedaban relegados a ser vicepresidentes, cuando buscaban la punta de la boleta, y para el progresismo kirchnerista que no le perdonan al gobernador tucumano, sobre todo, su posición militante en contra del aborto (o a favor de la vida).
Mientras De Pedro se reivindicaba el inevitable representante de “la generación diezmada” con chance y vocación de pelear la candidatura a Presidente de Unión por la Patria, CFK siguió en silencio. No hubo un me gusta en Twitter, Facebook, Instagram ni TikTok a la entrevista que le hizo Diego Iglesias: “Voy a hacer lo que la compañera Cristina diga”, respondió en el ciclo Políticos en el Recreo. Nobleza obliga: lo hizo.
En los hechos, Wado De Pedro estuvo en la primera fila, más cerca de ella, en el acto de Plaza de Mayo, donde Cristina Kirchner le habló a una multitud el 25 de mayo para recordar los 20 años de la llegada de Néstor a la Casa Rosada. Detrás estaba Máximo, su hijo, y un cachito más allá, Sergio Massa.
El que no estuvo fue Juan Manzur, que para ese tiempo estaba abocado a conseguir las cucardas con las que pretendía conseguir un lugar en la discusión nacional. El operativo Juan XXIII requería, según su propio imaginario, conseguir que el peronismo tucumano cosechara un triunfo resonante. Lo logró hace un par de domingos, al punto que capturó de las manos de Juntos por el Cambio el gobierno de la capital. Parecía que se cumplía su plan, pero algunos se comieron la merienda antes que el desayuno.
¿Fue sin querer o queriendo que el gobernador electo Osvaldo Jaldo anunció que la fórmula de Unión por la Patria era Wado-Manzur? Los dos tucumanos libraron internas tremendas y el ex funcionario de Cristina y de Alberto le ganó. “Acompañando a Wado y Manzur como precandidatos a Presidente y Vicepresidente de la Nación. Por una Argentina grande, solidaria y justa. Esta es la fórmula que representa a todas las provincias del país, y que el interior y Tucumán van a respaldar”. Ese tuit sigue ahí, envejeciendo bastante mal, en la red que compró Elon Musk.
En las últimas horas, sobre todo ayer, cuando la política, las redes y los medios eran pura ebullición por el anuncio de esa fórmula tan rebuscada, el silencio sugestivo, pétreo, de los tres accionistas principales del experimento que nació el 18 de mayo de 2019, se extendía caprichoso e invitaba a pensar que algo pasaba. Ni Alberto Fernández, ni Cristina Kirchner, ni Sergio Massa decían nada. Mientras tanto, Wado se reunía con la UIA y los gremios. A su lado estaba Julián Domínguez, de lazos inmejorables con la industria, el campo y los sindicatos y valorado por CFK. En ninguno de esos encuentros se confirmó que él era el candidato.
Todo se cocinó en chats y encuentros que detalló con precisión Federico Mayol entre los originarios socios del Frente de Todos. Una cena de CFK, Massa, Máximo, Wado. Mensajes entre la vicepresidenta y Alberto Fernández. De todo eso salió el binomio de Unión por la Patria: Massa-Rossi. Hubo fumata blanca y “unidad”.
“Nuestro candidato a presidente será Sergio Massa y lo acompañará como candidato a vicepresidente Agustín Rossi. Reconocemos a los compañeros Wado De Pedro y Daniel Scioli, que apostaron a la unidad del peronismo anteponiendo lo colectivo por sobre lo individual”, fue el tuit de UxP.
Terminó una novela o la primera temporada de la serie. Desde ahora, empieza la saga.
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