Cecilia Nicolini: “Desgraciadamente, la cuestión climática no hace ganar elecciones a los políticos”
Cecilia Nicolini se calzó el traje de embajadora en la diplomacia de las vacunas durante la pandemia de COVID-19. Junto a la ministra de Salud, Carla Vizzotti, integró la comitiva que negociaba con los laboratorios extranjeros para traer los fármacos que abrirían la puerta del regreso a la normalidad. Cumplida esa misión, desembarcó en otra tarea que alcanza al mundo de lo biológico, la salud y las relaciones internacionales.
Nicolini está al frente desde febrero de 2022 en la Secretaría de Cambio Climático, Innovación y Desarrollo Sostenible, dentro del ministerio que encabeza Juan Cabandié. Pertenece a uno de los tantos organigramas que el candidato presidencial de La Libertad Avanza, Javier Milei, propone eliminar.
“El nuevo paradigma de desarrollo sostenible, con sus ministerios de Ambiente, secretarías de Cambio Climático u oficinas presidenciales está tomando cada vez más centralidad, incluso en los países de los candidatos que admira la oposición como Estados Unidos, Europa o Israel. Se trata de un consenso sobre la manera de consumir y producir que afecta absolutamente todos los órdenes de la economía, de la política y de la cultura”, resumió Nicolini en una entrevista con Infobae, desde su oficina en San Martín al 451. “No es baladí. No es solamente un juego de ‘saco-pongo’ etiquetas en un pizarrón, y me divierto haciendo la gracia en los medios de comunicación. Es pensar cuál es el modelo que queremos para la Argentina en los próximos diez, veinte o treinta años”, advirtió.
– Milei dice que la agenda ambiental es una cuestión marxista, de comunistas…
– Cuando vivía en España, en 2008, estaba la campaña entre José Luis Zapatero y Mariano Rajoy. Rajoy decía que no creía en el cambio climático porque un primo físico le había dicho que no tenía base científica. Ya hace muchos años que viene ese debate. En general, siempre son los mismos los que se encargan de negar la crisis climática, es una derecha cada vez más organizada, más populista y gritona. Lo vimos en Estados Unidos con Donald Trump, que una de sus primeras medidas cuando llegó a la presidencia fue salir del Acuerdo de París. Un mensaje enorme. Bolsonaro, lo mismo, no sólo negó la cuestión climática sino la pandemia, diciendo que era una mera gripe -la famosa gripesinha- y que no había que dedicar mayores recursos a vacunar o combatir la pandemia. Creo que ahí se esconden intereses. Ya no es un loquito, ya no es el desconocimiento ni ignorancia, se trata de intereses que responden a grandes corporaciones.
– ¿Milei esconde intereses?
– Yo creo que sí. El otro día escuchaba una de sus posibles candidatas a ocupar un ministerio decir que la crisis climática no importaba mucho, que si llovía más ‘sacaba el paraguas y ya está’, minimizándola. Yo creo que se esconde algún interés detrás, sobre todo porque la crisis climática se ceba con los más pobres e impacta en los más desfavorecidos con las inundaciones, las sequías, la subida del nivel de los ríos y del mar, y las olas de calor. Está claro que no la tienen en su agenda, no les interesa, no son sus votantes y no van a trabajar para darle respuestas a ese sector de la sociedad. ¿Para qué asumir que es un problema, dedicarle inversiones? ¿Para qué generar políticas? Tiene una lógica del ‘sálvese quien pueda’, que cada uno aguante su propia vela. Lo vemos con su política exterior en relación a Brasil o China, o en dinamitar el Mercosur. Es algo sistemático de esta derecha que quiere implosionar los vínculos con una agenda de seguir postergando al que está más postergado.
La transición ecológica y la geopolítica
En un país asediado por la inestabilidad económica y la inflación, la temática ambiental aparece desdibujada de la actual campaña electoral, como si no existiera. Y sin embargo, los fenómenos climáticos irrumpen a la fuerza en el país, afectando la vida cotidiana de millones de personas.
– El mes de julio fue el más caluroso que se haya tenido registro, y vimos importantes inundaciones recientemente como la de La Plata. Lo que se hace desde el Gobierno parece insuficiente. ¿Cómo debe responder el Estado cuando aparece la emergencia?
– Los recursos están siendo insuficientes en todo el mundo en este contexto de crisis climática, no es una situación solamente de Argentina. Hay que pensar cuáles son las políticas, las responsabilidades y los compromisos que asumen los países, entendiendo las necesidades de cada población y las transiciones que deben dar. Tenemos que hablar también de las injusticias históricas de dónde venimos. Porque la realidad es que los países ricos se desarrollaron en los últimos 200 años a costa de recursos finitos y son los principales responsables. En 2009 se generó un consenso que estos países debían financiar y pagar por esas responsabilidades. Solamente China, Estados Unidos y la Unión Europea son responsables de más del 50% de las emisiones globales, y Argentina, por ejemplo, es responsable de menos del 1 por ciento. Eso no significa que no estemos comprometidos para disminuir esos gases de efecto invernadero. Ahora bien, los países ricos exigen a los pobres reducir sus emisiones, prohibir ciertas industrias, ponerles impuestos al carbón, cambiar la manera en que producen, reducir el consumo o incluso parar el desarrollo. Esto para un país en desarrollo es totalmente impensable, es injusto. Cuando intentamos acceder a fuentes de financiamiento para invertir en estas transiciones las tasas son altísimas, leoninas. Los préstamos tienen condiciones muy desfavorables, ponen un techo y un cuello de botella. Tenemos que debatir cómo vamos a enfrentar este rediseño de la arquitectura financiera global para que el financiamiento esté disponible para los países en desarrollo. Estamos comprometidos con las transiciones, pero no las vamos a hacer a costa de un sufrimiento mayor, mayor postergación y mayor pobreza de la gente.
Cecilia Nicolini identificó puntualmente las asimetrías en la gobernanza climática. “En las negociaciones entre la Unión Europea y el Mercosur se ponen mayores medidas para-arancelarias con la excusa del desarrollo productivo verde, que no hacen otra cosa que postergar el desarrollo y una transición justa”, aseguró. Por ejemplo, citó entre esas barreras para el comercio el Mecanismo de Ajuste de Frontera con Carbono (CBAM), que busca que las compañías europeas sujetas a las normas climáticas del bloque y tienen que pagar por sus derechos de emisión no estén en desventaja frente a terceros países con exigencias más laxas, o “la importación de productos libres de deforestación”. “El Mercosur, el Parlasur y la Celac son espacios donde se tiene que trabajar mucho más para ser un bloque más unido y que esa cooperación se traduzca en fondos, infraestructura y en negociaciones colectivas que sean favorables para la región”, planteó.
Sin embargo, la geopolítica y los intereses de cada país se imponen en la puja climática global: “Desgraciadamente, a nivel político y global, la cuestión climática y la ayuda de financiamiento no le hace ganar elecciones a los políticos. Más bien, expulsar a los extranjeros y no ayudar a los países hacen ganar las elecciones. Y eso es preocupante, creo que es una discusión muchísimo más profunda sobre el orden social, cultural y filosófico”. Y agregó: “En la mesa de negociación de política climática con Estados Unidos se exigen diversas transiciones y un nivel de aceleración de muchísimo esfuerzo, con posibilidad de que la gente se quede sin empleo. Luego uno ve al responsable del clima del presidente Joe Biden, que es John Kerry, diciéndole a su propio Congreso que no va a poner un dólar para los países que sufren de crisis climática. Esa es la gran ecuación, tenemos que plantarnos también a nivel internacional”.
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Según Nicolini, una de las funciones del Estado es planificar una “transición energética” que implica, entre otras acciones, lograr una “matriz productiva más limpia, un sistema de transporte sostenible y más equilibrado que no implique mayores emisiones, sistemas de producción de alimentos resilientes que puedan soportar una sequía e inundaciones, y cadenas de valor con desarrollo productivo local”. Es decir, cosas que “repercuten directamente en el bolsillo de la gente”.
Con ese horizonte, la secretaria de Cambio Climático y precandidata al Parlasur destacó como puntos importantes de la gestión el “haber convertido a la política climática como una política de Estado” la ley 27520 de Presupuestos Mínimos de Cambio Climático y la instalación del Gabinete Nacional de Cambio Climático, dos instituciones que se encargan de coordinar e implementar las acciones que lleva a cabo el Poder Ejecutivo en la materia.
“Es un trabajo que llevó muchísimo tiempo y esfuerzo donde participaron más de 75 organizaciones de gobierno, las provincias, el sector privado, sindicatos, organizaciones ambientales y de la oposición. Por consenso publicamos el Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático al 2030, donde establecimos nuestro compromiso a nivel internacional en términos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, que es fundamental para combatir el calentamiento global en el marco de las responsabilidades que nos tocan como país; y por otro lado, en trabajar en casi más de 300 medidas no solamente para reducir estos gases, sino también para adaptar nuestros territorios y darle respuesta a esta triple crisis planetaria de cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación”.
– ¿Pudo hablar con Sergio Massa sobre la agenda ambiental?
– Con Sergio Massa y su equipo estamos trabajando en programas y políticas para implementar el Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático. Por ejemplo, trabajamos mucho con el Ministerio de Obras Públicas para que las obras de infraestructura se adapten a esta perspectiva ambiental y climática frente a situaciones extremas como sequías e inundaciones. Luego trabajamos muchísimo con la Secretaría de Energía en el plan de transición energética. Con el Ministerio de Ciencia y Tecnología y la Agencia de Desarrollo acabamos de lanzar un fondo de más de $2.300 millones para financiar emprendimientos y proyectos que traigan soluciones en términos de ciudades sostenibles. Estamos en constante contacto sobre todo porque compartimos la idea que la política climática no es un freno al desarrollo.
– La Ley de Humedales tuvo una importante presencia en la campaña electoral de 2021. ¿Qué pasó? ¿Quedó fuera de agenda?
– Yo creo que la Ley de Humedales tiene que estar en la agenda y la tenemos que aprobar porque significa ordenar el territorio. Esta ley pone en valor aquellas zonas que nos dan recursos ecosistémicos, ya no solo emocionales, por su capacidad de absorción de gases de efecto invernadero o la posibilidad de tener certificados en lo que es el mercado de usos de carbono. Significa también poder establecer dónde se puede tener actividad productiva. Cualquier actividad humana de cualquier tipo tiene un impacto, pero hay que medirla para tratar de reducirla al mínimo o compensarla. Creo que nos permite ordenarnos y dar seguridad jurídica, lo que va a traer muchísimas más oportunidades. Tenemos que trabajar la ley con las provincias y ser capaces de estar por encima de diferencias que son anacrónicas.
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– En la Cumbre entre el Mercosur y la CELAC, Alberto Fernández mencionó que se estaba discutiendo, por primera vez, un “mecanismo para poner fin al extractivismo”. Y sin embargo, Argentina actualmente pone sus mayores expectativas en proyectos de inversión vinculados a industrias extractivas, como los combustibles fósiles, el litio y la minería.
– Es una discusión sobre modelos de producción en el ámbito de América Latina y el Caribe sobre economías primarizadas. No hay que caer en la trampa del blanco o negro, me parece que tenemos salir por arriba y en hacer una síntesis con conceptos nuevos que nos permitan avanzar. Hay nuevas técnicas y mayor tecnología para desarrollar los recursos naturales, y procesos participativos con las comunidades que puedan ser beneficiarias. Mucho de lo que se hacía antes era de espaldas a las comunidades, ya no hay lugar para que eso no sea así. Argentina ha sido uno de los países líderes en adoptar el Acuerdo de Escazú, que es un tratado de derechos humanos pionero en donde las personas tienen el derecho de acceder a la información, participar en la toma de decisiones y acceder a la Justicia en cuestiones ambientales. Hay que encontrar una síntesis de qué manera vamos a trabajar con estos sectores extractivistas, y hacerlo de frente a la ciudadanía.
Por otro lado, la discusión de los combustibles fósiles es una discusión a nivel global. No se puede dar en Argentina a un nivel unilateral, ningún país lo hizo y ni lo va a hacer. A largo plazo, a partir de los compromisos para alcanzar la carbono neutralidad, eventualmente los combustibles fósiles se van a dejar de utilizar. En esa transición, el gas natural – tenemos la segunda reserva de gas natural no convencional del mundo- juega un valor fundamental como un vector en la transición porque es menos contaminante. Además genera un triple beneficio: nos permite lograr una autonomía y autoabastecimiento, mejorar nuestra nuestra balanza de pagos y nuestra situación macroeconómica por la necesidad de usar una menor cantidad de dólares disponibles para importar combustibles; y por el otro, es una fuente de generación de divisas para exportar. No hay salidas fáciles, ni mágicas ni inocuas en términos de impacto ambiental, pero creo que podemos trabajar en un rompecabezas donde lo principal es que toda la gente esté adentro, en que ese desarrollo sea justo y sea inclusivo, con mayores capacidades tecnológicas, científicas y productivas. Estoy segura que Argentina va a ser un nodo de generación de patentes, proyectos, tecnologías, empresas y más unicornios como un jugador fundamental de la transición a nivel global.
– ¿Cree que el ciudadano común percibe que las políticas ambientales sirven?
– El ciudadano tiene que percibir que se les resuelven sus problemas. Que haya casas de materiales que soportan inundaciones, o tener un desarrollo urbanístico con más espacios verdes y no solamente torres de lujo para un sector de la población, como pasa en la Ciudad de Buenos Aires. Una persona que vive en San Cristóbal tiene cerca de 0,3 metros cuadrados de zona verde, mientras que alguien que vive en Palermo tiene 14 metros cuadrados. Esa disparidad son entre 7 u 8 grados de diferencia. Una persona mayor, con una afección cardíaca o pulmonar, puede morir por una ola de calor. Creo que el lugar y la inversión no pueden determinar la suerte de tu vida. Creo que en esas cosas hemos fallado, en darles respuestas a la gente. Tenemos que trabajar en dar más oportunidades, más derechos y garantizar una vida digna y feliz.
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