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Rubiales quiere ir hasta el final: la rabia de un presidente acorralado que cambió de opinión a última hora

Rubiales durante su intervención en la Asamblea celebrada este viernes. RFEF
Rubiales durante su intervención en la Asamblea celebrada este viernes. RFEF

Las últimas horas de la tarde del jueves fueron frenéticas en Las Rozas. Luis Rubiales y su entorno más cercano se atrincheraron en la sede de la Real Federación Española de Fútbol para tratar de encontrar una salida a una situación que parecía abocada a un único escenario: la dimisión del presidente después del beso no consentido a Jenni Hermoso en la celebración del Mundial. Pese a su resistencia, la gente de su máxima confianza le había convencido de hacerlo. Las presiones políticas y el rechazo del fútbol no ofrecían alternativa, le insistían. Era el final. O eso parecía y creían ellos –y todos– , porque incluso ahí, él seguía instalado en la negación. Cambiaba de opinión de un minuto a otro, cuentan personas cercanas al dirigente. La realidad es que no lo hacía. Por más que le hubiera asegurado a su equipo que iba a dejar el cargo, Rubiales estaba decidido a atornillarse al sillón de la RFEF e ir hasta el final de lo que él considera una cacería contra su persona pese al clamor social, político y futbolístico.

Ya de madrugada, solo unas horas antes de la Asamblea Extraordinaria, el presidente estaba prácticamente convencido a dar marcha atrás en la idea de dimitir. Seguía defendiendo que no había hecho nada malo y creía que tenía que ser fiel a la verdad –la suya, al menos–. Pero a Rubiales le faltaba algo a lo que agarrarse para argumentar su defensa y su continuidad. Ese resquicio lo encontró en las primeras conclusiones de la investigación realizada por la RFEF sobre lo sucedido en Sídney. El informe, tal y como adelantó El Español, determinaba que “no existió conducta que invite a concluir que se forzó, violentó o agredió” a Hermoso.

En ese momento prácticamente nadie sabe qué va a decir y hacer Rubiales. “Estaban al tanto menos de cinco personas y eran de su máxima confianza”, cuenta una persona de su entorno. Es entonces cuando se sube al atril y, tras un discurso extremadamente desafiante y en el que dispara contra todos, incluida Jenni Hermoso, proclama entre gritos que no se va: “¡No voy a dimitir! ¡No voy a dimitir! ¡No voy a dimitir! ¡No voy a dimitir!”, repite hasta en cinco ocasiones. Ni una palabra de su intervención estaba guionizada ni programada por su equipo de comunicación. “Fue Rubiales en estado puro”, expone la misma fuente. El tono del discurso era consecuencia de la rabia que sentía desde hacía unos días. Este sentimiento había superado ya a la tristeza, toda vez que creía haber sido traicionado por mucha gente, desde la propia Jenni Hermoso a otras personas del mundo del fútbol.

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