Rifas, sacrificios, presos por error y el autódromo como terapia: las increíbles historias de la gente en el Turismo Carretera
El capital más importante que tiene el Turismo Carretera es su gente. Esos miles de fieles que desde hace 86 años acompañan a la categoría más importante de la Argentina y que pese a las crisis y vaivenes económicos como antes pasaba a la vera de la ruta ahora llenan los autódromos de todo el país. Detrás de esa multitudinaria peregrinación tuerca hay muchas historias y para conocerlas Infobae caminó detrás del alambrado. Se trató de un recorrido para profundizar cómo se vive esta pasión popular que trasciende lo deportivo y hay quienes lo toman como terapia necesaria para su vida.
Se trata de un cordón humano que se ubica al perímetro del circuito. La escenografía muestra banderas, carpas, casas rodantes, autos, colectivos, tractores y camiones con acoplado cuyos techos se convierten en “palcos VIP”. Corresponde a una aldea nómade que recorre el país y que orilla los 30 mil a 50 mil espectadores, dependiendo la capacidad del escenario. Junto a cada grupo se encuentra una parrilla que desafía el aumento del precio asado y es una especie de “tótem”, un elemento sagrado que acompaña las carreras desde el propio nacimiento del TC, aquel 5 de agosto de 1937.
Sus grupos se nutren de familias y amigos. Muchos de ellos se conocieron en los autódromos y el automovilismo pasó a ser una excusa para el reencuentro. Entre ellos hay un código social inquebrantable y que consiste en el respeto con el otro más allá de la marca de sus amores. En un mismo predio pueden convivir cuatro hinchadas: Ford, Chevrolet, Dodge y Torino. De hecho, se cruzan durante todo el fin de semana y gane uno o pierda el otro, el tema no pasa de las cargadas. Hasta pueden verse hinchas de Colón y Unión de Santa Fe juntos. Se prestan las parrillas, convidan alimentos, bebidas y comparten todo. Es una especie de cooperativa gigante detrás de una pasión.
Viajan como pueden y se organizan según su economía para poder asistir a una carrera. Entre rifas, ahorros y sacrificio, el público es leal a esta especie de religión y vive un ritual cada fin de semana. El recorrido se dio en el Autódromo de San Nicolás en una provincia de Buenos Aires que supo ser un bastión teceísta por la cantidad de escenarios ruteros y que luego fueron reemplazados por circuitos como este, La Plata, Olavarría, Mar de Ajó y Junín.
Se inició la caminata y su color invita recolectar más testimonios. “Venimos de Buenos Aires y de Marcos Paz. El TC es una pasión que se comparte con amigos. Es pasarla bien”, afirma Daniel que es hincha de Ford. En un autódromo encontró a otro “camarada” del Óvalo y se hicieron amigos: “Nos conocimos hace dos años acá en el autódromo. Yo vengo con mi hermano y mi sobrino”, cuenta Javier delante de una bandera Chevrolet, algo común en los circuitos y sin ningún tipo de agresión por la marca rival, no enemiga. “Después hay chicos de diferentes lugares, de Casilda (Santa Fe) y nos juntamos acá. Esto es algo que lo llevás adentro. Venimos acá, hacemos un asado, nos tomamos un traguito. Acá está el asadito y en las conservadoras, agua mineral sin gas (risas). Más que nada la cargada entre los hinchas de Ford y Chevrolet”, agrega Javier. “Ford y Chevrolet no es como un clásico River-Boca. Es todo familiero. Fijate, Chevrolet, Ford, todos compartiendo acá un fin de semana. Nos cargamos, no nos peleamos. Esto no pasa en el fútbol”, explica. “Nosotros venimos predispuesto de la mejor forma y creo que todos los que estamos en un autódromo pensamos así. Somos cinco generaciones en este grupo”, apunta otro hincha.
Si de tradición se trata estos hinchas no están de acuerdo con los nuevos autos que se vendrán a partir de 2024 con el reemplazo de los emblemáticos Ford Falcon, cupé Chevy de Chevrolet, Dodge GTX y Torino, por el Ford Mustang, Chevrolet Camaro, Dodge Challenger, un restyling de Torino que ya fue definido por la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC) y el Toyota Camry seguirá con las modificaciones pertinentes. “Una pena si empiezan a desaparecer estos coches. Que dejen los autos que están ahora”, afirma Javier. “No nos gusta el Camaro. Queremos que estén el Falcon, la Chevy, el Dodge, el que está siempre. Pero bueno, algún día va a llegar el cambio, habrá que adaptarse, pero no será lo mismo”, agrega un integrante de ese grupo. “Que armen otra categoría para ellos. Tienen que ser las cuatro marcas y nada más. Para eso se distingue el TC. Pero acá estamos”, apunta otro fanático.
La excursión continúa con otra decena de fieles por la música de los motores y el olor a combustible. “Es la primera vez que vengo y veo lo que es el ambiente y es otra cosa. Hay una gran diferencia con el fútbol, que son tres horas, hay conflictos permanentemente y lo vemos todos los domingos en casi todas las canchas. Acá todo el mundo está a disposición del espectáculo y es todo un fin de semana”, afirma Daniel. Adrián, hincha de Chevrolet, destaca: “Acá estamos con la gente de Ford, sin problemas”.
“El TC es pasión, familia”, justifica Claudio. En tanto que Martín explica por qué es una terapia ir a un autódromo: “Es lo más lindo que hay. Te ayuda a olvidar de los problemas. Uno se desconecta de los conflictos que tiene en la semana como el laburo y uno viene acá pensando solamente en pasarla bien y ver autos de carrera”. Aníbal asevera: “Venís a pasar un lindo fin de semana. Te comés un asado. Conocés gente y hacés amigos”. Es moneda corriente ver a hinchas de distintas marcas como si nada y conversando. Se respira un aire sano. “Yo nunca vi en el TC que se peleen los hinchas. Acá hay asado, hay alcohol y nunca hay un problema. Si a alguien le falta algo, vos le das una mano y viceversa. Anoche llegamos y acá no teníamos lugar, pero los muchachos que son hinchas de otras marcas corrieron su auto y nos hicieron espacio”, culmina Walter.
La caminata continúa y las banderas con el número 16 anuncia la presencia de la hinchada de Torino, la más sufrida de las cuatro y que estuvo 51 años para volver a celebrar un campeonato luego del obtenido en 2022 con José Manuel Urcera. Un “Torinero” (como se autodenominan) llamado Sergio Pascal relata que “Torino tiene el fuego sagrado. La pasión de la historia del ‘69, de aquella epopeya (N. de la R: en las 84 Horas de Nürburgring en las que el Torino fue el auto que más vueltas dio). Hoy tenemos a Torino en las pistas que nos mueve. Es como que te goza el alma ver un Torino en pista. Estando adelante en los primeros, estando peleándola en el puesto diez. En las buenas, en las malas”.
Las hinchadas del TC son reconocidas por un número que surgió a raíz de la tribuna que ocuparon desde los años ochenta en el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires Oscar y Juan Gálvez. Ford es “La 4″, Dodge es “La 7″, Chevrolet es “La 15″ y Torino “La 16″, que es una de las tres gradas que se ubican en la zona opuesta del escenario porteño, en el sector del talud. “En un momento un puñado de Torineros se juntaron y fundaron La 16. Hice contacto con ellos. Pude juntarme con ellos y hoy la estamos representando. Es una pasión. Solo entiende mi locura quien comparte mi pasión”, explica.
“Podemos convivir con las otras hinchadas por el respeto que nos tenemos. Yo puedo estar con uno de Ford y a veces tener mi propia visión de lo que es el TC. Porque ellos te van a tirar la chapa de los campeonatos que tienen. Y nosotros salimos campeón el año pasado. Pero se dialoga, se charla, nos prestamos las parrillas. Hay que vivirlo. No es como el fútbol”, subraya.
Sobre cómo hacen para ir a las carreras en plena crisis económica, cuenta: “Vos tenés que planificar durante todo el año. Yo no voy a todas las carreras. Yo soy de Concepción del Uruguay. Vengo de 400 kilómetros y me hice una logística”.
Sergio, al igual que todos los hinchas, forman grupos y tienen una organización propia para poder solventar los gastos. Suman todo lo que compran y lo dividen. Lo que más gastan es en comida, bebida y el combustible para el traslado. Según la distancia que deban cubrir el promedio es de seis carreras al año a las que pueden asistir. Algunos más y otros menos. Todo depende del bolsillo. Para reducir costos venden rifas, la comida que pueda guardarse la compran tiempo antes por la inflación y pese al delicado contexto los circuitos en los que corre el TC muchas veces tienen que cerrar las puertas el domingo por la mañana porque están colapsados de público.
Costos de accesos:
Entradas (pagan todos menos los menores de 10 años con DNI y jubilados con carnet): 8.000 pesos para el sector general y 15.000 para los boxes.
Estacionamiento: 3.000 pesos por vehículo.
Costos generales:
Tras un relevamiento, tomando como base un grupo de diez de personas, estos son montos que se suelen gastar desde su ingreso los jueves por la noche a un autódromo hasta el domingo terminada la actividad:
Comida/Bebida/combustible/otros víveres: 300.000. Son 30.000 por persona, sin contar la entrada.
El recorrido llegó a un colectivo con una carpa que cubrió el improvisado comedor. En pleno almuerzo otro grupo se prestó a un diálogo picante con chicanas entre las marcas y una imperdible anécdota.
-¿Qué tiene Chevrolet que no tiene Ford?: “Todo. Estética. Vista. Hermosura. Rapidez”, responde uno del Chivo.
¿Qué tiene Ford que no tiene Chevrolet?: “Motor. Ya está, listo. Terminamos la charla”, dispara uno del Óvalo.
“Perreado”, lo chicanea otro de Chevrolet, por una palabra de la jerga en la que cuando un auto tiene algo irregular quiere decir que está “perreado”. “Detrás del motor viene la jauría. Todos los perritos”, agrega en medio de risas del resto de los comensales.
Aunque más allá de las diferencias aclaran: “Acá hay mucho respeto y camaradería. La idea es venir a pasarla bien. Relajarse y disfrutarla al máximo”. Los vínculos nacidos en un autódromo generan una confianza al punto que dos personas que se conocieron en una carrera de autos llegan a ser compadres.
Sobre cómo hacen para estar presentes en medio comentan: “Hacemos rifas y después lo demás, todo a pulmón. Compramos dos o tres lechones y ahí hacemos las rifas. Así vamos juntando un poquito para amortizar un poco los gastos”.
En tanto que guardan una anécdota que primero no fue divertida y hoy recuerdan con una sonrisa: “Una vez nos llevaron presos. Fue en La Pampa, que supuestamente rompimos el alambrado, cosa que nosotros no fuimos. Nos agarraron y nos llevaron presos. Estuvimos desde las dos o tres de la tarde hasta las cinco de la mañana”.
“Y el campamento quedó todo armado. No había nadie en el autódromo. Ellos estaban en la comisaría. Cuando llegaron les faltaron cosas”, agrega otro hincha sobre esa anécdota.
El tour llevó a un particular encuentro con santafesinos con hinchas de Colón y Unión abrazados y disfrutando de la jornada fierrera. Ante la consulta de cómo hacen para estar juntos en un autódromo pese a la rivalidad de camisetas, un Sabalero, a pleno abrazo con un Tatengue, respondió en broma: “Es lo mismo que acá, ellos son hijos nuestros, de los hinchas de Ford. Nos desquitamos acá”. El de Unión le responde “pero nosotros les llevamos cinco partidos”. Sobre cómo se traslada eso al automovilismo, otro asegura que “convivimos las hinchadas porque esto es una familia más allá de que seas hincha de Ford, Chevrolet”. Pero, ¿qué es el TC para ellos?: “Un sentimiento. Esto es compartir. Es una peña. No hay rivalidad. Se la pasa bien y viendo pasar autos de carrera, mejor”.
Por último, el contacto fue con una familia nicoleña que son tuercas de alma y todo el año espera el evento. “Es una pasión que nos transmiten nuestros viejos. Más que nada por el nivel local del automovilismo. Mi padre laburó como mecánico en los zonales”, cuenta el hincha local. “Hay rivalidad, pero no hay violencia. Es un ambiente muy amigable. Se puede compartir con distintas marcas que nunca va a pasar nada”, agrega.
Mientras que una simpatizante del Óvalo añade: “Nosotros siempre estamos esperando que llegue ese día para poder compartir todos en familia. Todos de Ford, de Werner (Mariano)”.
El público se las arregla como puede y con planificación e ingenio los hinchas le ganan a la crisis para poder disfrutar de su pasión. Es un evento familiar en el que las carreras de autos sirven como excusa para el encuentro y para pasar un fin de semana entre amigos. En un país marcado por las grietas, las carreras de autos en la Argentina permiten una convivencia pese a las diferencias por una u otra marca, que supera al idilio que puede haber con los propios pilotos. Este es un humilde homenaje a la gente cuyo amor genuino por el automovilismo es de fierro.
EL COLOR DE LA GENTE DEL TC