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La historia completa de la última final de Libertadores que Boca jugó en Brasil: la “bomba” de Riquelme y la interna en el vestuario

Crónica de la última final de Libertadores que Boca jugó en Brasil: la inesperada decisión de Riquelme y la interna en el vestuario
Un vestuario que intentó mantenerse unido hasta la final revancha ante Corinthians y luego estalló

No quedan dudas de que Juan Román Riquelme nació para ser futbolista y que su torneo predilecto fue la Copa Libertadores de América. El número 10 que descolló con el Boca de Carlos Bianchi en el doblete de 2000/2001 y luego protagonizó una de las actuaciones más memorables del certamen en la edición de 2007, estuvo muy cerca de darle la Séptima al club de sus amores en 2012. Pese a algunos cortocircuitos con su entrenador, Julio César Falcioni, y aunque su relación con Daniel Angelici empezaba a perder salud, el ídolo boquense lideró a un equipo que llegó hasta la final contra Corinthians, que le ganó en el estadio Pacaembú por la revancha y trituró sus sueños. Aquel 4 de julio de 2012 fue la última final de Libertadores que Boca disputó en Brasil.

A fines de 2011, Daniel Angelici asumió la presidencia del club de la Ribera luego de derrotar a Jorge Amor Ameal en las elecciones y heredó el proceso del entrenador Julio César Falcioni de cara al primer semestre de 2012. El Xeneize venía de ganar el Torneo Apertura siendo invicto y sacándole 12 puntos de ventaja a sus escoltas de la mano del Emperador, quien ya había tenido algunos roces con Riquelme pero disponía de crédito de sobra para la continuidad. El panorama para Román fue difícil: ya no tenía el diálogo paternal de otrora como con Bianchi o Miguel Ángel Russo y Falcioni aplicaba mano dura. Además, no había feeling con el presidente Angelici, hombre de confianza de Macri que durante su gestión como tesorero en 2010 había llevado a una votación de Comisión Directiva la renovación de su contrato por cuatro años (la misma fue definida por el voto positivo de Ameal).

“Hace 8 meses, Falcioni me hizo correr como un boludo acá antes de jugar contra All Boys y yo no dije nada”, declaró en conferencia de prensa Riquelme en referencia a un episodio del semestre anterior en el que el técnico lo había hecho trabajar de forma diferenciada porque entendía que tenía que ponerse a punto en lo físico. La frase de un incómodo Román, que hasta llegó a fantasear con irse a préstamo al Villarreal de España en ese período, dejó a las claras que no se llevaba bien con el DT. Falcioni, por su parte, hace unos meses repasó aquella controversia: “Con Riquelme tuve diferencias en criterios y formatos de trabajo. El primer día yo les digo a los jugadores que si no trabajan los cinco días de la semana no pueden jugar el domingo. Hay algunos que por ahí creen que son la base del equipo. Y no es que no van a entrenar, es que no entrenan, que van a estar en camilla”.

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Julio César Falcioni en el estadio Pacaembú, el día de la revancha de la final de la Libertadores 2012 entre Boca y Corinthians (Fotobaires)

Para colmo, la historia en esa Libertadores 2012 no comenzó para nada bien. Tras un empate sin goles contra Zamora de Venezuela en Barinas, explotó una interna en el vestuario. Según cuentan desde el entorno de Falcioni, el DT sacó del equipo a Darío Cvitanich -a quien conocía de su paso por Banfield- porque no hacía caso a las indicaciones que le daba desde el banco y atendía las disposiciones de Riquelme. Tal fue el disgusto de Julio César que pensó seriamente en renunciar al cargo y fue Angelici quien lo calmó y convenció de seguir. Encima, en el primer partido por la fase de grupos en La Bombonera, Boca cayó 2-1 ante Fluminense y la clasificación a octavos de final se complicó. La situación se enderezó con dos victorias ante Arsenal de Sarandí y el objetivo se cumplió con los dos triunfos restantes ante el Flu en Río de Janeiro y Zamora en La Ribera.

Con la excepción de la excursión por Brasil, Riquelme fue titular en todas las presentaciones hasta allí. En el campeonato local, el Xeneize también era protagonista: fue líder del Clausura 2012 a lo largo de diez fechas, pero perdió sus últimos dos partidos (0-3 con Arsenal en la Bombonera y 1-3 contra All Boys en Floresta) y dilapidó la chance de conseguir el bicampeonato. En el ámbito internacional, Boca le ganó los dos partidos por los octavos de final de la Copa a Unión Española de Chile con un Román encendido que anotó un tanto en la ida y otro en la vuelta. Paradójicamente, en cuartos apareció el Fluminense, al que Boca derrotó 1-0 en casa con gol de Pablo Mouche y luego eliminó sobre la hora en Río de Janeiro por el empate 1-1 de Santiago Silva. En semis, no tuvo problemas en despachar a la Universidad de Chile dirigida por Jorge Sampaoli: fue 2-0 en la Bombonera con tantos de Silva y Juan Sánchez Miño, más parda sin goles en Santiago.

El miércoles 27 de junio de 2012, a tres días de completar su participación en el frustrado Clausura que se le escapó a falta de dos fechas, Falcioni alineó en la ida de la final de la Libertadores contra Corinthians a Agustín Orion; Facundo Roncaglia, Rolando Schiavi, Matías Caruzzo, Clemente Rodríguez; Pablo Ledesma, Leandro Somoza, Walter Erviti; Juan Román Riquelme; Pablo Mouche y Santiago Silva. El Xeneize se puso en ventaja con un gol de Roncaglia al minuto 72, pero Romarinho empató a falta de 5′ para el final en la Bombonera y sembró el suspenso de cara a la revancha. Desde que acabó ese primer chico, en Brandsen 805 no se habló prácticamente de nada más que de la transferencia de Roncaglia a la Fiorentina, justo antes de la revancha en San Pablo.

“Hablé con Roncaglia en la semana y me aseguró que iba a jugar. Después pasó algo diferente. Yo no puedo interferir en la carrera de un jugador. Boca quiso pagar el seguro, pero el representante no estaba contento con las condiciones. Dependía de las dos partes: uno asegura y el otro firma”, repasó Falcioni sobre el cruce de versiones que derivó en la separación de Roncaglia del desquite frente al Timao. ¿Qué sucedió? El agente del futbolista pretendía que el club contratara un seguro por el riesgo que implicaba que jugara un partido en el que ponía en peligro su integridad física y -por ende- su paso al fútbol europeo. Angelici no cedió y bajó la orden de que el defensor no viajara a Brasil con el resto del plantel. Y la cosa pasó a mayores…

La noche previa al viaje a San Pablo, el plantel de Boca se reunió para tomar una postura respecto a la situación de Roncaglia. Con Riquelme (capitán) a la cabeza, le avisaron a Falcioni a la medianoche de ese día que si Roncaglia no embarcaba junto a ellos, ninguno lo haría. El técnico se vio rodeado por el solidario gesto de los compañeros de Facundo y se comunicó de forma inmediata con Angelici, que arribó al hotel de concentración, después de varios minutos de diálogo admitió una tregua, tragó saliva y permitió que el entrerriano viajara con el contingente azul y oro.

Conforme con lo ofrecido por sus dirigidos la semana anterior, Falcioni repitió el once con una sola excepción: Franco Sosa sustituyó al impedido Roncaglia en el lateral derecho. Además, Pelusa debió privarse de formar la dupla central titular compuesta por Schiavi y Juan Manuel Insaurralde, víctima de un desgarro. El día anterior al partido, Sebastián Riquelme (hermanos menor de Román que apenas tenía 16 años) descolocó a todos con una publicación en la todavía inexplorada red social Twitter: “La bomba que se viene mañana en Brasil ni se imaginan, se mueren”. Este mensaje generó mucha incertidumbre en los curiosos externos, aunque también puertas adentro.

Esa noche previa, muchos Bosteros no pudieron conciliar el sueño. No solamente por la magnitud del partido que iba a disputarse sino por la congoja que los rodeó por la bomba que estaba a punto de explotar. En medio de cientos de rumores y trascendidos extraoficiales, Riquelme y Angelici se reunieron al mediodía de aquel miércoles 4 de julio y el capitán le manifestó al presidente su intención de interrumpir el contrato que lo unía con la institución hasta mediados de 2014. El pope, que ya intuía que tendría que lidiar con una detonación de alto calibre, quedó desorientado a horas de afrontar el cotejo más importante desde que había asumido el mando en Brandsen 805.

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Boca sale a la cancha para afrontar el desquite ante Corinthians en el Pacaembú (Fotobaires)

“Lo que me quedó de esa final con Corinthians es que la perdimos antes de jugarla. Yo estaba seguro de que, por cómo veníamos, a ese equipo le ganábamos. Boca estaba para ser campeón. Hubo muchas cosas en la previa, muchos jugadores se sintieron tocados. Lo noté en el hotel”, contó en tiempo presente Falcioni, escarbando entre sus recuerdos de la previa al match definitorio. Antes de entrar al vestuario para los últimos preparativos, al DT le preguntaron por la hipotética salida de Riquelme y respondió que no sabía nada: “Yo quería jugar el partido, todo lo demás no me interesaba. Era una final de Copa Libertadores”.

En un primer tiempo muy cerrado, en el que prácticamente no hubo llegadas de gol en ninguno de los dos arcos, se presentó un mal augurio en la visita: Agustín Orión pidió el cambio por una grave molestia en la rodilla izquierda (los estudios médicos indicarían que se trataba de una rotura de ligamentos cruzados anteriores) y fue reemplazado por el uruguayo Sebastián Sosa. A los 8 minutos del complemento, una desatención en la segunda pelota de una bola quieta dejó en posición de gol a Emerson Sheik, de una historia personal increíble, que no falló. Falcioni movió el banco y mandó a la cancha a Darío Cvitanich por Pablo Ledesma, en busca de más peso en la ofensiva. A los 26, un error en la salida de Schiavi dejó con posesión de pelota y campo abierto al picante Emerson, que terminó de sellar el triunfo corinthiano.

En el vestuario hubo llantos y reinó la desazón lógica por la pérdida de un encuentro de esa envergadura, pero el clima permanecía enrarecido. “Alguno lloraba porque se retiraba Riquelme y yo le decía que tenía que llorar porque quizás no iba a jugar más una final de Libertadores. Y realmente no la jugó nunca más”, dijo Falcioni. Los dos grandes laderos de Román en ese entonces eran Clemente Rodríguez y Ledesma, que terminaron conmovidos por partida doble.

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Román no pudo desplegar su magia contra Corinthians, Boca no hizo un buen partido y perdió 2-0 la final de la Libertadores (Fotobaires)

“Me siento vacío, no tengo más nada para darle al club. Es una decisión mía, soy hincha de este club y no puedo jugar a la mitad. Quiero estar con mi familia y comer asado con mis amigos. Voy a ver si ellos quieren que siga jugando, pero acá no va a ser”. Con una voz quebrada como pocas veces se había escuchado, Riquelme materializó todas las sospechas. Segundos antes de que afrontara los micrófonos en un sector del estadio abarrotado por periodistas, mientras se escuchaban las bombas de estruendo y fuegos artificiales por los festejos del Corinthians campeón, Angelici había pasado a centímetros de Román y le dedicó una mirada fulminante a sabiendas de lo que iba a declarar.

Angelici sabía que se le venía una complicada. A la derrota deportiva y frustración por no poder cumplir la promesa de campaña en la que había instado a los socios a que renovaran sus pasaportes para “volver a Japón” se le sumaba el contrapunto entre un entrenador que había dado la talla y el máximo ídolo, incuestionable para la gente. En los días posteriores, el presidente se reunió con la mesa chica compuesta por Juan Carlos Crespi, Oscar Moscariello, José Requejo y César Martucci para tratar el tema. Intentaron convencer a Riquelme de que reviera su postura, pero Román les avisó a través de un mensaje de texto que la decisión estaba masticada, digerida y tomada hacía rato. Falcioni, con vínculo hasta fines de 2012, le puso su renuncia a disposición a Angelici para ayudar a descomprimir la situación. La respuesta del presidente fue contundente: “Ni en pedo”.

Román fue elegido figura del partido por la transmisión televisiva oficial en la mayoría de los encuentros de esa Libertadores. Falcioni lo puso de titular en 13 de los 14 partidos y, con tres goles, fue máximo goleador del equipo junto a Silva, Sánchez Miño y Mouche, el único que disputó todo los duelos del certamen. Así y todo, para el técnico no fue indispensable: “Puede ser que llegáramos a la final de la Copa sin Riquelme. Ganó muchos partidos, pero yo no tuve tanta suerte con él. Esa Copa no la jugó toda. Y del campeonato que ganamos (Apertura 2011) jugó 6 o 7 partidos de los 19 porque estaba lesionado. Entró 10 o 15 minutos del último partido cuando ya éramos campeones”.

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Ledesma, Riquelme, Schiavi, Mouche y Clemente se dirigen hacia el vestuario visitante en el Pacaembú (FTP/)

Schiavi, otro de los pesos pesados de ese vestuario, opinó sobre la relevancia que tuvo internamente la comunicación de la decisión de Román: “Influyó. A muchos chicos les tocó que lo haya dicho antes de una final. No es excusa, pero a muchos les pegó la noticia. Muchos eran amigos, entonces no fue fácil salir con la cabeza pensando en la final”.

A lo largo del primer semestre de 2012, Boca había sorteado todas las fases preliminares de la resurgida Copa Argentina y tenía pendiente la final contra Racing. El 8 de agosto, con Riquelme alejado definitivamente del fútbol pese a que se había rumoreado que continuaría en algún equipo grande de Brasil, los muchachos de Falcioni alzaron la copa nacional en San Juan y renovaron las expectativas. En el Torneo Inicial, lideró algunas fechas de arranque y luego siempre corrió desde atrás frente al Vélez de Ricardo Gareca que se consagraría campeón.

La última fecha ante Godoy Cruz, La Bombonera fue un cabildo abierto. Martín Palermo reapareció como DT del Tomba, Schiavi se retiró del fútbol (aunque luego jugaría unos meses más en el Shanghai Shenhua chino) y, entre otros saludos, recibió en pantalla gigante el de Carlos Bianchi, que fue vitoreado y pedido por todos los fanáticos xeneizes. Falcioni, a quien se le vencía el contrato, quedó expuesto. Para Julio César, todo estuvo orquestado de antemano: “Bianchi quería volver a dirigir y, ¿a dónde iba a ir? A Boca. Yo no podía competir con él. Estaba todo preparado. No me enojé porque tenía mis dudas de seguir, era mucho tiempo en un club que te exige demasiado. Angelici dijo varias veces que su gran error como presidente de Boca fue no haberme renovado el contrato”.

Angelici oyó el reclamo del público y buscó al Virrey. Riquelme, entre cientos de rondas de mate, asados y mucho espacio para la reflexión, recargó su batería para reinsertarse en el mundo del fútbol. La motivación para reanudar su contrato en Boca fue el retorno a la actividad de su técnico predilecto. Desde el círculo íntimo de Román confiaron que la bronca que le generó la derrota en el Superclásico de verano en Córdoba (River se impuso 2-1 con tantos de Rodrigo Mora y David Trezeguet) lo llevó a llamar a Bianchi para ponerse a disposición. El DT se contactó con Angelici, que sabía que pondría la cabeza en la guillotina si le cerraba la puerta al ídolo frente al clamor popular, y cerraron su vuelta.

La no renovación de Riquelme en 2014, que lo invitó a retirarse del fútbol en Argentinos Juniors, originó un enfrentamiento con Daniel Angelici que se mantiene hasta la actualidad. Ese fue un capítulo posterior a una historia que promete seguir escribiendo páginas por la zambullida del ídolo al barro político.

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