En la CGT, los duros le ganaron a los dialoguistas y se abre una etapa conflictiva en la relación con Milei
Ganaron los “duros” de la CGT: contrariamente a lo que se preveía, el Comité Central Confederal cegetista aprobó un paro de 12 horas con movilización al Congreso para el 24 de enero, en un gesto de endurecimiento ante el gobierno de Javier Milei que preanuncia una relación tormentosa.
Hasta este miércoles por la tarde, luego de que finalizó el acto de la CGT ante el Palacio de Tribunales, una mayoría de dirigentes de la central obrera impulsaba una fórmula moderada para seguir con las protestas contra el DNU que contiene la reforma laboral: que el Confederal solamente facultara al Consejo Directivo cegetista a disponer un plan de lucha “cuando lo considerara necesario”.
Esa variante, promovida por el sector dialoguista, le permitía dar una señal de advertencia a la Casa Rosada sin cerrar las puertas del diálogo. Sin embargo, las presiones de los sectores más intransigentes sumadas al rechazo a la Ley Ómnibus del Gobierno hicieron que avanzara una protesta más dura. Aunque se desestimó la propuesta extrema de realizar en enero un paro general de 24 horas, se impuso la realización de una huelga de 12 horas para permitir una movilización hacia el Congreso, con la intención de comprometer a los legisladores en el rechazo al DNU.
El debate se instaló entre los miembros de la mesa chica de la CGT, una hora antes del Confederal, en el cuarto piso del histórico edificio de Azopardo 802. La postura más prudente, de facultar al Consejo Directivo para definir la medida de fuerza, fue puesta sobre la mesa por los “independientes” Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (UOCRA) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), apoyados por Pablo Moyano (Camioneros), mientras que Héctor Daer (Sanidad), uno de los cotitulares cegetistas, y Abel Furlán (UOM) plantearon la variante más dura de realizar el paro de 12 horas con movilización. Menos consenso tuvo la idea de ir directamente a un paro general de 24 horas durante enero.
La variante moderada pareció tomar fuerza hace dos días. Un dirigente combativo como Pablo Moyano anticipó que el Confederal facultaría al Consejo Directivo para “tomar las medidas necesarias” e incluso este jueves por la mañana desalentó el paro durante el verano porque “en enero y febrero los laburantes se toman vacaciones y tomar una medida en ese momento no tiene mucho valor”.
Al final, en la CGT pesó el criterio de quienes se enojaron por la Ley Ómnibus e interpretaron que el DNU no cumplió con las promesas hechas en forma reservada por Guillermo Francos, ministro del Interior, acerca de que incluiría una reforma laboral sin afectar el poder sindical. Sin embargo, el decreto limitó las cuotas solidarias, aportes extraordinarios de afiliados y no afiliados que pactan gremalistas y empresarios, y condicionó mediante una redacción ambigua la ultraactividad, ese principio por el cual un convenio mantiene su vigencia hasta no ser reemplazado por otro.
Además, algunos dirigentes consideraron una “provocación” la foto que el Gobierno difundió este miércoles del encuentro de la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, y el secretario de Trabajo, Omar Yasín, con el líder del Sindicato de Comercio, Armando Cavalieri, en el que éste anunció su apoyo al nuevo sistema de indemnizaciones incluido en el DNU de Milei, basado en el Fondo de Cese Laboral de la UOCRA. “Nos quieren dividir y algunos se prestan a eso”, bramó un jefe sindical ante sus colegas. Otro protestó: “El Gobierno todavía no inició el diálogo oficial con la CGT”.
Al Confederal no fueron ni Cavalieri ni ningún representante de su gremio, aunque el titular de Comercio explicó que se reunió con Pettovello para “aclarar” el punto del DNU vinculado con las cuotas solidarias, que “llevaría a la quiebra al sindicato”, y que habló con ella sobre el nuevo sistema de indemnizaciones “porque veníamos dialogando con las cámaras para que se establezca un esquema que garantice el 100% de la indemnización para todos los trabajadores” con el fin de “prevenir numerosos juicios y situaciones como la lamentable experiencia de los trabajadores de Garbarino, quienes no pudieron cobrar de forma completa sus indemnizaciones”.
Para amortiguar las críticas por su gestión ante la ministra Pettovello, Cavalieri advirtió: “Nuestra prioridad es garantizar la estabilidad y derechos de los trabajadores. No apoyamos ni apoyaremos políticas de flexibilización laboral o que vayan en contra de los derechos de los trabajadores”.
Finalmente, en medio de un clima de malestar hacia el oficialismo, la mesa chica de la CGT aprobó la moción más dura, sin llegar a la postura extrema, que fue la que bajaron a los 300 delegados al Confederal que esperaban en el salón Felipe Vallese, en el primer piso de la sede de Azopardo 802. Además de Cavalieri, hubo dirigentes ausentes como Sergio Romero (UDA), quien envió un representante de su gremio, y otros que participaron de algunas reuniones previas, pero no de la deliberación del plenario cegetista, como el líder del Sindicato de Camioneros, Hugo Moyano.
En el Confederal no hubo mucho debate, pero sí la aprobación unánime de la propuesta elevada por la conducción cegetista: “Presentación judicial contra el DNU, pedidos de reunión con todos los bloques de diputados y senadores para debatir su acompañamiento a nuestra postura frente al DNU y la Ley Ómnibus, reunión con las demás centrales obreras para articular medidas en conjunto, llamado a plenario de delegaciones regionales de CGT para el 10 de enero, paro nacional a partir de las 12 del 24 de enero y movilización al Congreso Nacional y facultar al Consejo Directivo Nacional para dictar las medidas que considere pertinentes en la oportunidad que requiera el actual estado de situación”.
Casi para confirmar que la decisión fue más dura de lo que se preveía, los primeros que celebraron el paro con movilización de la CGT fueron los diputados trotskistas Néstor Pitrola y Gabriel Solano: “Sólo con paro, piquetes y cacerolas los trabajadores vamos a derrotar el plan de ajuste y represión de Milei”, dijeron para expresar su coincidencia con dirigentes que suelen calificar de “burócratas sindicales”.
¿La medida de fuerza dispuesta por la CGT clausura el diálogo con el Gobierno? No, pero lo complica. Un referente oficialista advirtió anoche que “Milei está dispuesto a bancarse todas las marchas que quieran hacer los sindicalistas, pero no va a tolerar los paros generales”. Aunque la CGT apostó por un paro parcial para permitir la movilización, los libertarios no disimulan su enorme malestar. Hasta se perfilan fisuras en la central obrera: un dirigente cegetista cree que se están “quemando etapas” porque “si seguimos así dentro de poco tendremos que ir a un paro por tiempo indeterminado”.
De todas formas, la encrucijada en que quedó la CGT podría derivar en un blooper: a uno de sus dirigentes ya les advirtieron que el 23 y 24 de enero no habrá actividad parlamentaria porque los diputados no llegarán a analizar para entonces todos los artículos de la Ley Ómnibus. ¿Tiene sentido llevar adelante una enorme movilización callejera para presionar a legisladores que no estarán?
Quizá sea el mejor símbolo de la falta de reflejos de una CGT que toleró cuatro años de fuertes problemas socioeconómicos sin una sola protesta contra Alberto Fernández y que ahora, en apenas 44 días, ya habrá concretado dos medidas de fuerza contra Milei, todo un récord desde 1983.