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El sobresaliente año de Alcaraz, minado por un final agridulce: de la gloria de Wimbledon al apagón asiático

El español Carlos Alcaraz celebra su segundo Grand Slam Wimbledon, tras vencer a Novak Djokovic en la final. (REUTERS/Toby Melville)
El español Carlos Alcaraz celebra su segundo Grand Slam Wimbledon, tras vencer a Novak Djokovic en la final. (REUTERS/Toby Melville) (TOBY MELVILLE/)

El Kingdom Arena de Riyadh rugía con la fuerza que conlleva presenciar un partido entre las dos mejores raquetas del circuito y la ilusión de las primeras veces, pues hasta la fecha era territorio inhóspito para el tenis y parece que ha llegado para quedarse. Arabia Saudí, obcecada en invadir cualquier modalidad del deporte con repercusión a lo grande, decidió reunir, con la temporada cerrada y cerca de reanudar la siguiente, a los mejores tenistas del universo, los que acaparan semana tras semana más atención de la afición: Carlos Alcaraz y Novak Djokovic. Un partido entre las dos mejores raquetas del mundo siempre es garantía de éxito y espectáculo aunque no haya más en juego que ganar para minar la moral del rival. El español se impuso 4-6 / 6-4 / 6-4 prometiendo batalla para el año que viene.

La victoria en Riad significa el broche de Carlitos a una temporada que, pese a los resultados y sensaciones de los últimos torneos, es la mejor desde que compite en el circuito. Así lo contemplan las estadísticas. Se coronó en Wimbledon, Buenos Aires, Madrid, Indian Wells, Barcelona y Queens, además de alcanzar las semifinales en Roland Garros y US Open. “Cuando físicamente me encuentro bien, sé que los rivales tienen difícil ganarme. No me siento ni mejor ni superior a nadie, pero tengo claro que tienen que jugar a un nivel alto para ganarme”, afirmó tras conseguir los cuartos de final de Madrid.

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Sensaciones encontradas en el inicio del año

“Cuando estaba en mi mejor momento de la pretemporada, me he lesionado en un gesto fortuito y forzado entrenando, esta vez en el músculo semimembranoso de la pierna derecha. Había trabajado muchísimo para llegar con mi mejor nivel al Open de Australia. Desgraciadamente, no podré jugar”. Así arrancó Alcaraz la temporada. Bajo la incertidumbre generada por una lesión y la frustración desencadenada al perderse el primer Grand Slam del año.

A las primeras de cambio se vio obligado a mantener guardadas sus ilusiones en la mochila y establecer en su academia el campamento base para recuperarse de la lesión, hasta que, con la llegada del mes de febrero, todo cambió. Cruzó el charco para competir en Buenos Aires y comenzar la temporada de tierra batida apuntándose al mencionado torneo, al de Madrid y al Godó también bajo la arcilla y sobre la pista dura de Cincinnati e Indian Wells.

La parálisis de Roland Garros

La tierra batida se había convertido en una superficie aliada para el juego de Alcaraz mientras que Djokovic había sufrido un mensis horribilis debido a problemas físicos en el codo. París aguardaba de nuevo a que un español volviese a coronar Roland Garros. Sin embargo, en plena semifinal, los calambres se apoderaron del cuerpo de Carlitos que dijo basta. “No puedo, no puedo”. Fueron las palabras que gritó el español tras sentirse paralizado. “Aquí, aquí, aquí… estoy muy jodido tío. ¿Cómo puede ser?” le preguntaba el tenista murciano con cara de incredulidad a su equipo. La presión por tener delante al tenista con más Grand Slams de la historia, la Philippe Chatrier llena hasta la bandera, la tensión, los nervios… a Carlos se le juntaron demasiados intangibles. Acababa de igualar el partido ante uno de los mejores tenistas de la historia cuando su cuerpo dijo hasta aquí.

Las dudas se agolparon sobre Carlitos que dos semanas después debía resetear para afrontar el tercer Grand Slam de la temporada en Wimbledon. Antes, se graduó sobre la hierba ganando en Queen’s su primer título en dicha superficie y aterrizó en Londres con aires renovados y el número uno bajo el brazo. “Probablemente va a ser el mejor momento de mi vida”, vaticinaba Alcaraz antes de entrar en la pista central del All England Club. Allí, tenía una cita con la historia. Debía recoger el testigo de Manolo Santana y Rafa Nadal para convertirse en el tercer tenista español capaz de reinar en Wimbledon.

Alcanzó el cenit en Wimbledon

🎾 Carlos Alcaraz fait tomber la légende Novak Djokovic à Wimbledon !
L’Espagnol réussi un exploit : Novak Djokovic n’avait plus perdu sur le Centre Court depuis 10 ans.
C’est son 2e Grand Chelem. 🇪🇸✨pic.twitter.com/CM0XCR8hfQ

— SPORTS ZONE (@SportsZone__) December 26, 2023

Y acudió a ella con puntualidad inglesa. “Espero no jugar con tantos nervios como en Roland Garros. Intento dejarlos fuera y disfrutar el momento. En París no lo hice, no disfruté nada. Prepararé el partido de forma diferente, espero no tener calambres. Es una revancha conmigo mismo, de lo que pasó, de aprender de ello, va a ser una lucha personal, de no querer que me pase lo mismo, de mejorar, de hacer las cosas diferentes”, vaticinaba. “Para ser el mejor hay que ganar a los mejores”, anunciaba el español durante la previa, consciente de que enfrente estaba Djokovic, el tenista con más Grand Slams de la historia que afirmaba tener “más hambre” que Alcaraz. Sin embargo, el que se llenó el estómago fue el español, que ganó su primer Wimbledon por 1-6 / 7-6 / 6-1 / 3-6 / 6-4.

“Todavía no me lo creo, es increíble. No sólo he ganado, sino que lo he hecho contra una de las mayores leyendas de nuestro deporte. Empecé compitiendo al tenis viéndote jugar. Estás ganando torneos desde que nací. Los 36 son los nuevos 26″, le dijo Alcaraz a Djokovic tras conquistar su segundo Grand Slam, primero sobre hierba. El español aún no era consciente de la gesta que consiguió en Londres batiendo al tenista con más grandes torneos ganados de la historia. Se ha convertido, con 20 años, dos meses y 11 días, en el ganador más joven de los últimos 37 años y el tercero más joven de la historia tras Becker y Borg.

La gira asiática, un fundido a negro

Hasta el US Open, donde defendía corona y cayó en semifinales ante Daniil Medvedev, la temporada del de El Palmar había sido de matrícula. Compitiendo cada torneo, casi siempre pisando las rondas finales y mostrando una regularidad impropia de un tenista de 20 años. Pero de septiembre en adelante, fundido a negro. La gira asiática ha sido demoledora. En Pekín fue Sinner el que le superó en semifinales. Grigor hizo lo propio en el torneo de Shanghái y Safiullin en París antes de que Zverev le sorprendiera en la fase de grupo de las ATP Finals en Turín.

Su entrenador, Juan Carlos Ferrero explicó los motivos. “Tiene que aprender que la temporada es larga, que es su trabajo y no puede tener tantos descansos como le gustaría. Que si quiere ser el mejor tiene que actuar como el mejor y ser profesional todo el año. Es lo que hay y hay que aceptarlo. El calendario es el que tenemos, está como está y hay obligaciones por parte de la ATP de jugar los Masters 1000 y de la ITF para los Grand Slams. Hacer el calendario más corto de lo que hemos hecho este año es difícil. Se han jugado 18 torneos, que realmente son bastante pocos, pero ha jugado muchos partidos y eso es lo que le ha llevado a ese nivel de cansancio mental al final”, asegura.

Al contrario que la temporada pasada, Carlitos finaliza el año como segundo del mundo, sólo superado por Djokovic, y con la intención de seguir creciendo a velocidades tan vertiginosas y haciendo propio el discurso de su entrenador. La gira asiática dinamitó sus aspiraciones, pero el español mantiene viva la llama que le alumbra como el tenista capaz de romper la hegemonía del balcánico.

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