El arranque del año define el juego de Milei: mensaje al núcleo duro y visión acotada del apoyo electoral
El debut del nuevo Senado y la tensión e incertidumbre en Diputados ilustran de algún modo el test político que enfrenta Javier Milei en este inicio de año. Por supuesto, existe una diferencia sustancial sobre la densidad de los temas a tratar -Boleta Unica de Papel y mega proyecto de ley- en cada Cámara. Pero igualmente está claro el contraste entre el margen para construir un mecanismo ajustado a la fragmentación política y la intención de presionar considerando que el respaldo amplio en las urnas representa lo mismo que el núcleo duro de apoyo inicial. Eso último, relejaría una lectura poco fina de la primera vuelta electoral y del contundente triunfo en el balotaje.
En la cámara presidida por Victoria Villarruel se aprestan a tratar el proyecto de boleta única, un cambio del sistema electoral que durante más de un año fue cajoneado por el peronismo/kirchnerismo. El ex oficialismo quiere dar batalla no sólo por el tema, sino como primera muestra de rechazo a los planes de Milei. Y el nuevo oficialismo apuesta a generar un éxito legislativo esta misma semana, frente al panorama complejo de la ley ómnibus en Diputados, atravesado por tensiones e internas de diferente naturaleza.
Las dos alas del Congreso exponen cuadros diferentes y, de hecho, los temas a tratar en lo inmediato son determinantes. El texto de la boleta única genera posiciones de apoyo, matizadas, en el arco que va desde LLA a los bloques de la UCR, el PRO y otros sectores que mantienen una actitud de expectativa, crítica, en relación con los primeros movimientos del Presidente. No es lo único.
El dato político original fue constituido por el acuerdo de ese heterogéneo mapa legislativo para imponer autoridades y el manejo efectivo del Senado frente a las pretensiones de Unión por la Patria, ya sin Cristina Fernández de Kirchner en la Cámara aunque con fuerte influencia personal. Habrá que ver si el mismo acuerdo funciona para imponer dictamen de comisión y luego la votación en el recinto de la reforma que expresa la BUP. En cualquier caso, es muy difícil proyectar algo parecido en otro terreno si el Gobierno se mantiene en la idea de empujar a libro cerrado su mega proyecto de reformas -económicas, sociales, previsionales, sanitarias, educativas, entre otras- y delegación legislativa.
Milei mete hasta ahora presión con un mensaje en blanco y negro -el último, por cadena nacional- según el cual la disputa es entre un cambio profundo y un modelo empobrecedor, con la economía a metros del precipicio. En el Congreso hay dudas, incluso entre posibles acompañantes de muchas reformas, sobre si habrá negociación o se está en los umbrales de una batalla con el Poder Legislativo.
La presión se siente de entrada en Diputados porque, claro, es la primera y determinante escala de la ley ómnibus. El Senado, también es claro, arranca con un tema menos conflictivo, al menos para el amplio conjunto que impuso condiciones luego de años de dominio kirchnerista. Es una construcción que muchos describen como precaria o por lo menos coyuntural. Dependerá, en definitiva, de la capacidad de negociación y los niveles de acuerdo, tema a tema.
Los diputados van a una batalla diferente. El bloque de UxP se mantiene unido en el rechazo al mega proyecto y, a la vez, al DNU. El oficialismo, al igual que en el Senado, no tiene capacidad numérica para imponer mayorías. La amplia gama que resta expresa matices: el PRO no oculta internas y otros bloques -la UCR, el nuevo espacio encabezado por Miguel Angel Pichetto, sectores provinciales y otros- serán decisivos. Pero no hay línea única, aunque sí está bastante definido que no acompañarían sin cambios temas tales como la delegación legislativa, jubilaciones y otros puntos sensibles que, además, involucran a provincias.
A simple vista, se trata de consecuencias o reacciones frente a proyectos de ley muy diferentes que en lo inmediato tienen por delante senadores y diputados. Sin embargo, también puede advertirse una cuestión de fondo: la posibilidad de tejer o no consensos que, si se aceitan, hacen a la gestión en un mapa poselectoral extraño, fruto de fracciones lejanas a una mayoría en la primera vuelta y, luego, de un aval sin antecedentes al ganador en el balotaje.
El impacto de cada turno electoral no es el mismo y no lo es únicamente por su expresión en el Congreso. Aquella primera vuelta -como antes las PASO-, dibujó una división en tres franjas, aunque no de tercios exactos. En las primarias (agosto), el orden fue LLA, JxC y UxP. Y en la primera vuelta (octubre), Sergio Massa desplazó al candidato libertario y Patricia Bullrich quedó afuera. Pero en el siguiente y último capítulo (noviembre), Milei escaló hasta casi los 56 puntos.
Es decir, en el balotaje sumó unos 26 puntos al resultado que había alcanzado en la primera vuelta y antes en las primarias, en los dos casos alrededor del 30%. Es cierto que el sistema de doble vuelta fuerza, llegado el caso, una definición por más de la mitad de los votos. Y también lo es que la cifra alcanzada por Milei sobre Massa es realmente significativa, de alto impacto.
El Presidente se mueve con ese aval, alimentado también por algunos sondeos de imagen e índices de confianza que no tardaron en llegarle. Es un dato potente, pero que no debería ser analizado con foco reducido. El antecedente de los otros dos comicios, además de su expresión legislativa, plantea un desafío para el modo de entender la gestión y la concepción de poder.
El punto, en definitiva, es si su mensaje queda enfocado exclusivamente en su núcleo duro o si se amplía a la convergencia que en las urnas lo hizo trepar muy por encima de la mitad más uno de los votos, con el agregado de negociaciones que de hecho incluyen a gobernadores y otras expresiones peronistas.
Los números y posiciones públicas no deberían confundir. Aquel respaldo logrado en el balotaje, por encima de su electorado de las PASO y de la primera vuelta, tampoco puede ser asimilado a un solo sector. Ni siquiera dentro del PRO. El Congreso, aún con distorsiones, refleja ese cuadro amplio. Este verano político terminará de mostrar grados de dureza o flexibilidad para interpretar cada capítulo electoral y el mensaje más integral que sugieren en conjunto.