La “guerra” eterna entre Michael Jordan y su enemigo Isiah Thomas: una rivalidad salvaje y la venganza que marcó la historia de la NBA
“Nunca ha habido otro jugador como LeBron James. Para mí, es el mejor que he visto desde el punto de vista del equipo y también como jugador de baloncesto. Lidera en casi todas las categorías estadísticas. Ha superado a Kareem (Abdul Jabbar) en anotaciones. Creo que tiene la mayor cantidad de puntos en los Playoffs. No solo eso, cuando miras la columna de asistencias, creo que me ha superado; creo que ha superado a Magic (Johnson) en el récord de asistencias. Quiero decir, cuando hablas de asistencias, anotaciones, rebotes, nunca hemos tenido un jugador en la NBA que haya tocado todas las categorías estadísticas y liderado en algunas de estas categorías de las que estamos hablando”.
Isiah Thomas, una vez más, le subió el fuego a la polémica. Líder de los Detroit Pistons que supieron poner de rodillas a los Chicago Bulls del incipiente Michael Jordan; tal vez su principal enemigo, sigue abonando a la rivalidad hasta desde las declaraciones, subiendo al trono a la estrella de los Lakers, flamante campeón olímpico con Estados Unidos, y ni siquiera nombrando a Su Majestad en su discurso. No por nada, MJ jamás ocultó sus sentimientos hacia el base. Y hacia sus compañeros.
“Sí, los odiaba. Es más, todavía los sigo odiando…”.
Sentado, con un puro cubano y todavía un vaso de tequila casi lleno, fue Michael Jordan al autor de una frase que marca el significado de una enemistad que atravesó la NBA durante fines de la década del 80 y que todavía perdura con el tiempo.
Para el histórico número 23, los Detroit Pistons fueron el equipo que le impidió agigantar aún más su legendaria carrera. Y Isiah Thomas, la figura de aquellos Bad Boys, fue el autor intelectual de un sistema que puso en jaque su condición de ganador en la liga de básquet más importante del mundo.
Antes de sumergirnos en los cruces entre los Bulls y los Pistons en los playoffs de la NBA, que marcaron una época por la violencia física y psicológica que impuso un método conocido como The Jordan Rules (las Reglas de Jordan) contra MJ y compañía, es necesario hacer historia.
Isiah Thomas fue uno de los grandes jugadores que dejó su sello en la liga durante los 80´s. Opacado por las luces que se llevaron Magic Johnson y Larry Bird, protagonistas del clásico enfrentamiento entre Los Ángeles Lakers y Boston Celtics, el base logró vencer a las máximas estrellas de la época, motorizó a una franquicia olvidada por toda la NBA y la condujo a ser dos veces campeona.
Thomas sobrevivió a una dura infancia en Chicago. Atravesó la muerte de dos de sus hermanos, uno por HIV y otro por ser adicto a las drogas. A pesar de vivir en una ciudad consumida por la heroína y los casos de delincuencia, los sueños de aquel joven de 1.85 metros se hicieron realidad. Tras ser considerado uno de los mejores jugadores del básquet universitario luego de su paso por la Universidad de Indiana, dio el salto a la NBA.
Rápidamente, Isiah se convirtió en el hijo pródigo de su ciudad. Cada vez que visitaba a los Bulls con sus Pistons, el público lo vitoreaba. Hasta que un tal Michael Jordan apareció en escena. Y todo cambió. Para siempre. “No entendí que me abuchearan en el estadio. Lo tomé personal. Le estoy dando entradas a mi familia para el juego mientras ellos estaban apoyando a los Bulls”, dijo en una entrevista el propio Thomas al periodista Sam Smith, histórico seguidor de la intimidad del equipo de Chicago en la época de Jordan.
“Solía decirle a Michael: 'Puedes usar Chicago en tu pecho, pero te mostraré a qué juegan los hombres de Chicago’”, recordó el número 11 de los Pistons, que fue uno de los artífices de darle la peor bienvenida a Jordan a la NBA. En el Juego de las Estrellas 1985, edición en la que MJ hizo su estreno, Thomas hizo un complot con otros jugadores del equipo de la Conferencia del Este para no darle el balón al novato, que terminó solo con 7 puntos esa noche en Indianápolis.
Pasaron los años y fue recién en 1988 cuando Jordan y Thomas se vieron las caras en la etapa decisiva de la temporada. En esos tiempos, Detroit ya era un equipo contendiente al título y así lo demostró: los Pistons ganaron la serie de semifinales de conferencia por 4-1 y dejaron afuera a los Bulls de Jordan, que habían tenido el mejor año desde su desembarco en la NBA y habían recibido con los brazos abiertos en el equipo a un joven Scottie Pippen.
En la temporada siguiente, los Pistons volvieron a cruzarse con Chicago en los playoffs, pero esta vez Jordan tenía la primera oportunidad de su carrera de clasificar a las finales de la NBA. Con la serie igualada 1-1, Michael hizo erupción en el tercer partido de la serie: metió 46 puntos con una alta efectividad desde la cancha para sentenciar el triunfo de su equipo por 99-97 poner a los Bulls al frente. Ante una actuación individual semejante, parecía que Detroit estaba en la antesala de caer ante el poder anotador de MJ. Hasta que algo sucedió.
Oriundo de la ciudad, Thomas se fue a caminar para despejar su mente, con el objetivo de encontrar una forma de poder contener a Jordan en defensa. “Estaba sentado frente al Lago Michigan. Ya era de madrugada, hasta que un momento lo llamé a Joe y le dije ‘Lo tengo, sé cómo podemos pararlo’”, relató el base en el documental Bad Boys de la serie 30 for 30 de ESPN. ¿Que ocurrió en la cabeza del capitán de los Pistons que rápidamente lo obligó a llamarlo a su compañero Dumars? Isiah había ideado una forma para frenar el impulso ofensivo de Michael.
Así nació The Jordan Rules, una táctica creada para detener al histórico 23 a cualquier precio. Chuck Daly, el entrenador de Detroit, fue el encargado de transmitir el mensaje al resto del equipo. ¿Qué debieron hacer los Chicos Malos para parar a Su Majestad? Ajustarse a cinco indicaciones tácticas, entre las que sobresalieron las de aplicar un rigor físico que hasta ese momento Jordan nunca había sufrido. “Si está cerca del aro, incluso en el aire, se lo derriba”, fue el primer mandamiento. Así fue que Bill Laimbeer, Rick Mahorn y Dennis Rodman, la base de un equipo acostumbrado a molestar hasta el hartazgo a sus rivales, ejercieron presión sobre MJ. Cada vez que recibía la pelota era doble y hasta triple marcado. También lo hicieron sobre Pippen y Horace Grant, las otras dos llaves del ataque de los Bulls, que perdieron tres partidos en fila para volver a despedirse del sueño del título.
Al año siguiente, los campeones defensores Pistons volvieron a dejar en el camino a Chicago. Esta vez fue en siete partidos para volver a las finales y, tras vencer a Portland, consagrarse bicampeones de la NBA. Los Bad Boys eran los dueños de la liga y Jordan lo sabía. “Jugamos fuerte, pero ellos fueron un mejor equipo. Queríamos estar donde ellos llegaron, pero tenemos que seguir mejorando como equipo. Ellos jugaron mejor hoy”, dijo Michael después de perder por 19 puntos.
Tras caer en la definición de los playoffs del Este en temporadas consecutivas, MJ tuvo un mandato: fortalecer su cuerpo para poder soportar el rigor físico de los campeones de la NBA. El número 23 ganó casi 10 kilos de peso y guió a sus compañeros. En lugar de irse de vacaciones, los invitó a entrenarse una vez que el avión aterrizó de regreso a Chicago. “Yo le daba seis repeticiones y él hacía el doble de pesas sin que se lo diga”, dijo Tim Glover, histórico preparador físico de Jordan, en una escena del documental The Last Dance. Esa fue una señal interna que dio Jordan, pero al mismo tiempo fue un mensaje para Thomas y el resto del plantel que le impidió consagrarse cuando ya era el mejor jugador de la liga.
En el 91, ya con Phil Jackson en el banco, los Bulls fueron el mejor equipo del Este. Superaron en los playoffs a los New York Knicks y a Philadelphia 76ers para alcanzar las finales de conferencia. Jordan versus Isiah por tercera temporada consecutiva, pero esta vez la película tuvo un final distinto. Con las enseñanzas de las frustraciones del pasado, Chicago barrió a Detroit: le ganó los cuatro encuentros de la serie con MJ como el más valioso.
Ya con el duelo definido en favor de los visitantes y a falta de poco más de 50 segundos, los Pistons tuvieron un gesto común en aquella época, pero que terminó de molestar a Jordan y sus Bulls. Junto a Laimbeer, Thomas invitó a sus compañeros a dejar la cancha sin saludar a sus rivales, en un claro signo de descortesía frente a la derrota. La imagen lo dijo todo: el equipo completo de Detroit pasó junto al banco de Chicago y se dirigió directo al vestuario. No hubo saludo final. No hubo encuentro entre caballeros tras un duelo deportivo. Para Jordan, esa actitud terminó de quebrar para siempre sus sentimientos para con Isiah.
“Nosotros queremos jugar un básquet limpio. Ellos iban a hacerlo sucio, pero mantuvimos la compostura y supimos cómo jugarles. Creo que este es un gran paso para la ciudad de Chicago y nuestra organización. Todo lo que tenemos que hacer es seguir adelante, ahora nos tocarán las finales y hacer lo mejor”, dijo MJ en la entrevista post partido. Su cara lo decía todo: había logrado barrer con el equipo más odiado de toda la NBA y se dirigía a jugar su primera final contra los Lakers de Magic.
Con Jordan en el pináculo de su carrera, los Bulls se consagraron bicampeones de la NBA en la antesala de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Después de lo que fue papelón para el baloncesto estadounidense en Seúl 88 –terminaron en el tercer lugar tras perder en semifinales con la Unión Soviética–, el Comité Olímpico de Estados Unidos presionó al comisionado de la liga, David Stern, para asegurarse que jugadores profesionales iban a viajar a competir a España.
Con ese mandato, sumado a las supuesta presiones del por entonces presidente George H. W. Bush para que la NBA compitiera en la cita olímpica, USA Basketball eligió a Chuck Daly como el entrenador del equipo y le ordenó elegir a los mejores jugadores de la liga. A pesar de que en esa época ya estaba caminando hacia el final de su carrera, Thomas era uno de los seleccionables, mucho más porque el entrenador del Dream Team original fue el hombre que lo guió a ser campeón. Pero un pedido especial de la máxima estrella del básquet a nivel mundial vetó al base de aquella selección de estrellas.
Según cuenta la leyenda, Jordan le dijo a Daly que si Isiah se sumaba al equipo, él no iba a ser parte del plantel olímpico. Pero Michael no estuvo solo. Otros compañeros del equipo apoyaron su idea, entre ellos Magic Johnson, amigo de Thomas durante décadas, pero que un supuesto comentario malicioso del base de Detroit sobre el factor de la orientación sexual del 32 de los Lakers en su HIV positivo terminó de quebrar la relación. Larry Bird, otro rival de Isiah en la cancha, lo mismo que Patrick Ewing, amigo personal de MJ, estuvieron de acuerdo con el número 23. Lo mismo Pippen, claro, uno de los que más padeció el duelo frente a los Pistons.
Para Thomas, Jordan no fue el mejor jugador de todos los tiempo, sólo está en la conversación. Para Jordan, Thomas fue un mal perdedor, del que se tomó revancha en el campo y también cuando usó su mote de superestrella para dejarlo afuera del Dream Team. Tres décadas después, la rivalidad que nació por los celos de uno y que se acrecentó por el odio del otro a no poder superarlo, sigue vigente.