Shohei Ohtani, el japonés que revoluciona al béisbol siendo dos jugadores en uno
Cada tanto, muy cada tanto, en los deportes aparecen esos genios, esos especímenes extraños, que todo lo trastocan, lo cambian, lo revolucionan. Y que, además, los llevan a otro nivel. Esos fenómenos distintos que obligan a mirarlo, a seguirlo, que lo elevan en nivel y en popularidad. Un Pelé, un Maradona, un Messi, un Jordan, un Kobe, un LeBron, un Fangio, un Senna, un Schumacher, un Alí, un Federer, un Nadal, un Phelps, un Bolt, un Tiger Woods, y así podríamos seguir varias líneas más con otros nombres y deportes. Cada uno creó una era, significó un antes y un después. El béisbol no es la excepción, desde aquella mítica irrupción de Babe Ruth, hace más de 100 años. El Gran Bambino, como le decían, brilló entre 1914 y 1935, alcanzando una popularidad que obligó a que los Yankees construyeran un nuevo estadio, el mítico Yankee Stadium. Un jugador distinto que tuvo una particularidad que no se volvería a repetir hasta hoy: Ruth era dos jugadores en uno, podía batear como el mejor y a la vez cumplir la función de lanzador con gran eficacia.
En la actualidad vuelve a verse este fenómeno peculiar, aunque de forma todavía más impactante en el cuerpo del japonés Shohei Ohtani, un atleta con un físico descomunal (1m93) cuyo fuerte es el pitcheo -lanza a más de 160 kilómetros por hora y es hoy el mejor abridor de las Grandes Ligas, siendo líder en menos carreras permitidas-, pero además se destaca cuando toma el bate -con un muy buen porcentaje, 0.288, en esta campaña con Los Angels-, como ratificó en el Clásico Mundial de béisbol que ganó con Japón hace semanas -venciendo 3-2 a USA en una épica final-. La nueva estrella de la MLB que, en meses, se convertirá en el deportista mejor pago del mundo, tal vez superando la barrera de los 600 millones y, por ende, a Pat Mahomes (NFL), Messi, Cristiano y Mbappé. La diferencia es que lo hará desafiando los límites de su deporte. Para que se entienda: es como si Messi fuera tan bueno atacando como defendiendo, metiendo goles como atajando en un arco…
Japón, en su historia, ha sido famoso por muchas cosas: por el Monte Fuji, el Templo Sonsoji, el puente Nihonbashi, las ruinas del Palacio Heijo, por su excelsa tecnología y por su disciplina y coraje como pueblo, entre otras cosas. Pero, salvo quienes siguen el béisbol, pocos saben de su gran tradición en este deporte. Se conoce su historia y brillantez en las diversas artes marciales, pero la pelota, como se lo conoce al béisbol, es otro de sus pasatiempos favoritos, una pasión que arrancó en 1882 y lo ha convertido en una cantera de talentos y que le ha dado, por caso, tres títulos en el Clásico Mundial. El último de la mano de Shohei, líder y estrella que logró el trofeo tras 14 años.
Esta nueva joya del béisbol mundial nació el 5 de julio de 1994, en el seno de una familia deportiva. Su padre, Toru, fue un beisbolista amateur -jugó en la Liga Industrial- y su madre, Kayoko, llegó a ser una de las mejores jugadoras de bádminton en el país. Cuenta la historia que Toru era tan fana del béisbol que, cuando volvía a casa, tras su larga jornada en la planta de autos, hacía que sus hijos se pusieran como receptores para él poder despuntar un poco su pasión.
Shohei creció en Oshu, en la Prefectura rural de Iwate, una región de montañas y tierras de cultivo que está “muy alejada de todo, en medio de la nada”, según contó él. Y se crió como un niño que comía, dormía y respiraba béisbol, dentro del rígido sistema de béisbol de Japón, puntualmente en el instituto Hanamaki Higashi, tan exigente que se apoyaba en una tabla de desarrollo de 81 casillas en la que se detallaban los objetivos que enumera las áreas de mejora del béisbol, incluyendo el aspecto mental y personal. Así el chico iba llenando lo que hoy ya se conoce: “a los 26 años ganar la Serie Mundial y casarme; a los 37, mi primer hijo comienza a jugar al béisbol; a los 38, bajan las estadísticas, hora de pensar en retirarme”. Todo así. Todo claro, todo pensado y organizado. Dentro de un programa que también incluye tradiciones muy arraigadas, como el respeto extremo hacia el entrenador, los hinchas y al propio deporte.
Así se desarrolló este jugador, que desde chico demostró ser distinto. A los 18 años ya tenía una recta de 99 millas por hora. Justamente esos 166 kilómetros los alcanzó con un lanzamiento que aún hoy es récord en las ligas colegiales. Fue cuando comenzó a pensar en comenzar su carrera profesional en Estados Unidos. Sin embargo, fue persuadido de no apresurar su evolución y seguir creciendo en Japón dentro del equipo profesional Hokkaido Nippon-Ham Fighters, en Sapporo, la capital de Hakkaido, la isla más al norte de Japón, con un clima cruel que sólo daba para pensar en el béisbol. Para quedarse, eso sí, puso una condición: seguir jugando en ambas posiciones, como pitcher y bateador. Y entró en un plan ambicioso de convertirse en el jugador más multifacético de la historia. Sabía que podía… Tenía el talento, la disciplina, el carácter y el entorno.
Los récords no tardaron en llegar. El primero fue el que logró en 2014, con 20 años, cuando se convirtió en el primer jugador en retirar a 10 contrarios como lanzador y conectar 10 home runs en una misma temporada. Durante los cinco años que estuvo con los Fighters, Shohei se convirtió en la estrella de la liga nipona, tal vez la segunda a nivel mundial, siendo desde el Novato del Año hasta el MVP. Logró un promedio de bateo de .333 y pegó 22 cuadrangulares, mientras que como pitcher tuvo una efectividad de 1.86 en 21 partidos, además de terminar con marca de 10-4 y ponchando -retirando- a 174 rivales en 140 entradas. “Fue ideal quedarme ese tiempo en mi país, desarrollándome como el jugador polifuncional que quería ser. De lo contrario, no sé si habría conseguido algo. Tendría que haber pasado por las Ligas Menores y no te puedo asegurar que me hubieran llamado para jugar en las Mayores”, admitió, sabiendo que difícilmente en USA difícilmente le habrían permitido desarrollarse en ambas posiciones, contradiciendo el status quo que dice que no es posible probar todo porque no terminás dominando nada . Paciente y disciplinado, como buen japonés, Shohei se convirtió en una sensación y allá por 2017 pudo imponer sus exigencias: jugar ambas posiciones o ninguna.
Ohtani llegó a las Grandes Ligas a los 23 años, sin importarle los problemas de restricciones que hubiese evitado de haber esperado hasta los 25. Eligió a los Angels de LA “más que nada por una intuición, una conexión que tuve cuando los visité”. En su primer año, Ohtani se consagró como Novato del Año a pesar de no haber concluido la campaña debido a una lesión en el codo, por lo que fue sometido a una operación Tommy John, en la que se sustituye el ligamento destrozado por otro prescindible para el cuerpo. Aun así, promedió .285 en la caja de bateo, impulsó 61 carreras y conectó 22 home runs; mientras que como pitcher terminó con récord de 4-2. Cuando comenzó a alcanzar números que parecían imposibles, fue cuando iniciaron las comparaciones con Babe Ruth, para algunos el mejor jugador de la historia.
En 2021 fue el MVP de la Liga Americana en forma unánime, además se convertirse en el primer jugador en la historia de MLB con más de 10 jonrones y más de 20 bases robadas como bateador, y más de 100 ponches -strikouts- y más de 10 apariciones como lanzador en la misma temporada. A la vez siendo también el primero en ser All Star como lanzador y bateador, titular en ambas posiciones, en el Juego de Estrellas. En total su promedio de bateo fue de .257, con 46 home runs, 100 carreras impulsadas y 26 bases robadas, algo nunca antes visto en la era moderna del beisbol profesional de las Grandes Ligas. En la loma, Ohtani tuvo récord de 9-2 en 23 partidos iniciados, con 3.18 carreras permitidas en 130 entradas y con 156 strickouts. Números de estrella en ambas posiciones.
En 2022 directamente sus números pasaron a ser de un fuera de serie. Marca de 15-9 con efectividad de 2.33, con 219 strikeouts, estadísticas que estuvieron dentro del top 10 de la Liga Americana. Además, con el bate, promedió .273, con 34 cuadrangulares, 95 carreras remolcadas y otras 90 anotadas. Su revolución sigue en esta nueva temporada, del 2023, en la que ha mejorado aún más la eficacia de bateo (.288) y de lanzado, ganando los 3 juegos, con 0.47 carreras permitidas, logrando un nuevo récord, 10 juegos iniciados dejando al rival en dos carreras o menos. Un verdadero escándalo que hace especular que, cuando quede libre, en 2024, podrá firmar el contrato más alto en la historia del deporte: más de 600 millones, especulan los especialistas.
En Japón hay locura por él. El canal público de televisión, la NHK, retransmite todos sus partidos y en algunos despliegan una cámara sólo para él, que lo captura constantemente, lo que permite a los televidentes disfrutar de todos sus home runs y ver cómo se rasca la cabeza o se recoloca el protector de la ingle. Cuando comienzan los partidos en la costa este de Estados Unidos, a las siete de la tarde, son las nueve de la mañana en Japón. Cuando en Los Ángeles empiezan a las siete, allí es mediodía. Lo ven jugar todos los días, porque allá hay una verdadera pasión por este deporte.
Hacía bastante tiempo que un nuevo jugador de béisbol no se convertía en un nombre tan conocido. Se trata de alguien con el potencial de redefinir, para muchas generaciones futuras, lo que un jugador individual puede hacer por el deporte. Algunos creen que es, además, una especie de salvador que el béisbol, un deporte que siempre fue el pasatiempo favorito de los estadounidenses pero ha perdido terreno con otros deportes top, especialmente el fútbol americano y el básquet. Pero, claro, no deja de ser un extranjero en aquel país. “El béisbol nació aquí y personalmente quiero que sea el deporte más popular de Estados Unidos. Si puedo contribuir a que eso suceda, estoy más que abierto”, dejó claro. “Pero sí que es cierto que en todo el mundo el béisbol se sigue mucho menos que el fútbol o el básquet, porque sólo algunos países muy selectos son realmente buenos en el deporte. Pero ahí donde es un deporte popular, es increíblemente popular y eso es lo que debe importar”, completó.
El crecimiento de Ohtani no se ha detenido nunca. “En los últimos cinco años su cuerpo se ha vuelto más grande y fuerte. Observamos que se ha convertido en un estadounidense, ya no es sólo un japonés”, analizó Fumihiro Fujisawa, presidente de la Asociación para la Investigación del Béisbol Estadounidense, notando que a los que había traído de su país, de las profundas raíces profundas del Japón rural, le había sumado su crecimiento físico que lo hace aún más peligroso y eficaz. Es la nueva cadena de la evolución del beisbolista.
Japón siempre tuvo grandes figuras. La primera leyenda fue el pitcher Hideo Nomo, quien se incorporó a los Dodgers en 1995, y luego llegó Ichiro Suzuki, brillante jugador de campos con más de 3.000 hits y futuro Salón de la Fama, tras ser All Star en 10 ocasiones y tener un premio de MVP. Pero siempre hubo algún pero… Cuando Nomo sobresalió, algunos lo minimizaban por ser sólo un lanzador. Los japoneses podían lanzar, por ser muy buenos desde la técnica, pero no podían triunfar como jugadores de posición. Entonces llegó Ichiro. Podía batear, pero no con potencia. Ahora es el turno de Ohtani. Lanza, tiene fuerza para batear y es más que un solo jugador. Son dos a la vez. “Yo quería ser como Ichiro. Lo admiraba. Y cuando lo conocí, todavía más. Me dio consejos, como no cambiar, respetar la esencia. Es extraño, porque cada año le ha sumado cosas a mi juego, he ido cambiando. Tal vez puede contradecir lo que me dijo Ichiro, pero con el tiempo me di cuenta que yo soy esto, un jugador distinto, polifuncional, que siempre tiene que estar cambiando algo. En mi caso ser yo mismo es evolucionar constantemente, ir aferrándome a mis instintos para ser cada día mejor”, dijo.
“Físicamente es probablemente el mejor de todos los tiempos. Es un Adonis”, lo describió Chipper Jones, figura de los años 90. “Ohtani puede superar a los estadounidenses en sus propios equipos, o a los latinoamericanos. Es más grande que la mayoría de ellos. Es más fuerte que la mayoría, además está lanzando cada cinco días y tiene el primer turno al bate todos los días. Puedes argumentar que Ohtani es el mejor jugador de béisbol de la historia sólo por lo que ha hecho ya. Puedes alegar que cada año merece ser el Jugador Más Valioso, ya que es uno de los mejores 10 bateadores y lanzadores de la MLB”, analizó Whiting, autor del exitoso libro “You Gotta Have Wa”, que da un vistazo a la cultura japonesa a través del prisma de los deportes.
¿Debilidades? “La única es que no huele bien”, admitió Lars Nootbar, su compatriota que festejó con él durante el Clásico Mundial que terminó a fin de marzo. Un sueño cumplido para él. “Recuerdo ver los otros títulos, del 2006 y 2009, con el corazón acelerado”, reconoció Ohtani en una conferencia de prensa en Tokio en la que fue presentado como la gran figura del plantel japonés. “Ahora puedo jugar. Y realmente quiero jugar bien. Estoy concentrado en ganar. Sólo pienso en el título”, completó.
Lo cumplió semanas después en USA, bateando la friolera de .435 (impulsó 8 carreras y anotó 9) y siendo decisivo también como lanzador durante tres triunfos, dos como abridor -tuvo ante Italia el pitcheo más veloz de la historia, con 164km- y el último, en la gran final, como cerrador. Algo que no había hecho nunca en su carrera. Pero, claro, su vida es eso. Romper barreras. Shohei, claro, es único en su especie. No hubo nadie como él, así de bueno, en 150 años de béisbol de las Grandes Ligas. Ni Ruth. Un nuevo genio que desafía los límites de las posiciones, de los espacios, de las destrezas, de los logros, de los deportes…
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