Una jueza le presentó al Papa un informe sobre la subrogación materna en Argentina
La presidenta de la Sala Número 3 del Tribunal Superior de Justicia de Entre Ríos, Susana Medina, le presentó al papa Francisco un análisis jurídico-filosófico, según informaron, sobre la subrogación materna en Argentina. El escrito reclama que la práctica se tipifique como un delito de “trata con fines de explotación reproductiva y tráfico de menores”, luego de que el pontífice pidiera su prohibición “universalmente”.
La jueza, que también preside la Asociación de Mujeres Jueces de Argentina, se reunió con el Sumo Pontífice tras la audiencia general de este miércoles y le entregó una copia del análisis de lo que consideró “un delito que debe ser combatido de manera internacional”.
“La subrogación materna es una nueva e insidiosa forma de trata de personas que afecta los más elementales derechos humanos de las mujeres jóvenes y pobres, que por la situación vulnerable en la que se encuentran ofrecen su vientre para engendrar hijos ajenos”, planteó Medina tras entregarle al Papa en el Vaticano el análisis escrito con la investigadora del Conicet, María José Binetti, y con la profesora de Derecho Constitucional, María Sofía Sagues.
Para Medina, ex presidenta (2021-2023) del Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos, con la práctica, “también se afecta el interés superior del niño quien es producto de un contrato de compraventa”. “Este es un delito transnacional, global, profundo, grave que presenta muchas y muy variadas aristas y es necesario combatirlo también de manera universal”, añadió la jueza.
Además, el análisis resalta: “América Latina es el continente más desigual del mundo, también el más violento y peligroso para las mujeres y las niñas. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) estima que la mitad de las mujeres latinoamericanas son pobres, unos 118 millones. Desigualdad, pobreza, debilidad institucional e inseguridad jurídica convierten a la región en un objetivo apetecible para los mercados globales ilícitos que buscan contextos de vulnerabilidad y fáciles desregulaciones legales. La industria reproductiva es uno de estos mercados. La guerra en Ucrania y las mayores restricciones de Asia –India, Tailandia y Nepal– en materia de subrogación dispararon aún más el interés en América Latina como proveedora de recursos reproductivos y mano de obra barata”.
“Valga mencionar que mientras que en Estados Unidos subrogar cuesta entre 110.000 y 160.000 dólares y en Ucrania unos 50.000 dólares, en América Latina es posible hacerlo por 10.000 dólares en Argentina o por unos 6000 en Colombia”, detalla. Para Argentina, en particular, consideran “urgente que Argentina tipifique la maternidad subrogada en el delito de trata con fines de explotación reproductiva y tráfico de menores, prohíba la inscripción de los nacidos por esta práctica a nombre de los comitentes, declare nulos los contratos que se firmen en el extranjero, prohíba la publicidad de este método, y persiga y sancione a todos los intermediarios”.
El encuentro de este miércoles se dio a dos meses de una reunión internacional que se hará en Roma, con apoyo del Vaticano, “para la abolición universal de la subrogación”. A inicios de enero, ante todos los embajadores de países que tienen relaciones con el Vaticano, el Papa consideró “deplorable la práctica de la llamada maternidad subrogada, que ofende gravemente la dignidad de la mujer y del niño; y se basa en la explotación de la situación de necesidad material de la madre”.
Para el Papa, “un hijo es siempre un don y nunca el objeto de un contrato”. “Por ello, hago un llamamiento para que la Comunidad internacional se comprometa a prohibir universalmente esta práctica”, reclamó el pontífice el mes pasado.
El análisis presentado por Medina repasa las “bases jurídicas” para la prohibición de la práctica y propone que la maternidad subrogada sea tipificada “en el delito de trata con fines de explotación reproductiva y tráfico de menores”, en línea con la denominada Declaración de Casablanca firmada por juristas de todo el mundo. “Es imprescindible no naturalizar esta práctica perversas, ni mucho menos romantizarla”, concluyó Medina.