La historia jamás contada de cómo una leyenda del deporte fue la abanderada argentina en los Juegos Olímpicos sin competir
En épocas en las que las mujeres continúan su lucha por ganar el espacio que merecen en todos los ámbitos y el deporte no es ajeno a esa contienda desigualmente histórica, hubo una atleta que levantó una bandera que 90 años después tiene un valor simbólico inconmensurable cuando restan pocos días para que los fanáticos de los Juegos Olímpicos puedan vivir la primera edición con igualdad de género de todos los tiempos en París 2024.
Jeanette Campbell fue la primera deportista femenina de Argentina y Sudamérica elegida para participar del evento deportivo multidisciplinario más grande del mundo. Y lo hizo en Berlín 1936, una cita cargada con el estigma de ser llamados “los Juegos de Adolf Hitler”. Fue allí cuando la nadadora logró una icónica medalla de plata en los 100 metros libre, que también quedó en los libros como un hito.
La Segunda Guerra Mundial privó a Campbell de seguir con su carrera olímpica y buscar revancha cuatro años más tarde. Incluso de poder haber sido elegida como la abanderada de la delegación argentina, algo que recién sucedió 32 años después de su gesta deportiva en Alemania, a pesar de no ser una atleta oficial del equipo. En Tokio 1964, Jeanette fue la encargada de llevar los colores de su patria en la ceremonia de apertura que tuvo lugar en el estadio Nacional en la capital de Japón, con una compañía muy especial a su lado.
A poco de cumplirse el 60° aniversario de los primeros Juegos Olímpicos organizados en Asia, Infobae buscó reconstruir la historia de cómo se gestó la elección de quien supo ser una nadadora estrella para la disciplina. En esa investigación, tuvo un rol fundamental una de sus hijas, Susana Peper, quien viajó a Tokio como la única elegida para participar de la natación en las competiciones femeninas.
“Cuando mamá gana en Berlín 36 la medalla de plata, los siguientes Juegos Olímpicos se iban a hacer en Tokio. Por la guerra, obviamente no se hicieron ni en el 40 ni el 44. El tiempo pasó, mamá dejó de nadar, se casó y nos tuvo a todos nosotros (por sus hijos). Así que cuando surgió lo de que yo iba a ir a Tokio, papá decidió que ella me acompañara. A las dos siempre les gustó mucho el deporte y el espíritu olímpico”, contó Susana desde Venado Tuerto, su lugar en el mundo a los 78 años.
Como muestra la foto, parte de los recuerdos imborrables de Susana, su madre llevó la bandera de Argentina en la inauguración cuando tenía 48 años. Claramente, ya no era nadadora, pero el destino quiso que cumpliera un mandato reservado para pocos en la historia del deporte nacional. Entonces, ¿cómo se dio la elección de Jeanette de parte del Comité Olímpico Argentino?
“Un día llegó mamá, él la llamaba Jean, y ahí le avisó que iba a ser la abanderada del equipo. Después, nos recuerdo juntas yendo a buscar los uniformes, un poco eligiéndonos porque nos dejaron elegir entre las mujeres. Esa parte fue muy linda. En el viaje, mamá y yo salimos uno o dos días antes, salimos a Miami porque no había lugar en los aviones, y ahí nos juntamos con el resto de la delegación”, explicó uno de los tres hijos que tuvo Campbell en su relación con Roberto Peper, su esposo.
La decisión clave pasó porque la ex nadadora fuera una integrante más de la delegación en los Juegos de Tokio. Eso la validó para tener la potestad de ser nombrada para la bandera. “El COA nombró a mamá como la chaperona de las mujeres, que éramos muy pocas, solo siete. Fue parte del equipo. Yo compartí el cuarto con ella. Estuvo en la Villa y comía con nosotros”, recordó Susana, que fue la única mujer en tirarse a la piscina: compitió en los 100 y 200 metros libre estilo pecho.
El equipo argentino estuvo integrado por 110 atletas y compitió en 14 disciplinas. Solo logró una medalla, plateada, gracias a Carlos Moratorio, capitán del Ejército, en la prueba completa de equitación. Nombres como los del nadador Luis Alberto Nicolao, el pesista Humberto Selvetti -ganador de dos medallas olímpicas en Helsinki 1952 y Melbourne 1956- fueron de los más resonantes de la delegación.
La historia marca que la ceremonia inaugural en Tokio fue especial para el público local tras la guerra y los bombardeos a Hiroshima y Nagasaki. Fue por eso que el elegido para ser el último portador de la antorcha y encargado de encender el pebetero fue Yoshinori Sakai, un sobreviviente de una de las dos explosiones. La ceremonia terminó cuando se soltaron unas ocho mil palomas para simbolizar la paz y en el cielo se dibujaron los anillos olímpicos.
¿Qué recuerdos tiene la hija de Jeanette Campbell de aquella celebración? “Estuve ahí. Muy lindo, muy emocionante estando mamá como la abanderada. La verdad, en la previa no era algo que se vivía mucho en casa”, recordó Susana antes de hacer hincapié una vez más en el por qué de la selección de su mamá para portar la insignia patria. “Fue para esos Juegos Olímpicos, por la coincidencia que iba a ser en Tokio. Fue esa la coincidencia: que en el 40 iba a ser en Tokio. Como se hizo en el 64, creo que se aprovechó”.
“Es algo muy emocionante. Todo es muy grandioso. No vimos el show completo, porque los equipos estábamos afuera, y no había pantallas gigantes como hay ahora”, recordó sobre la fiesta que marcó el inicio de la edición número 18 de los JJOO.
Más allá del impacto que tuvo el apellido Campbell en el deporte para los inicios del Siglo XX, la vida en la intimidad para cualquier persona no es un sinónimo de su figura pública. En el caso de Jeanette, la diferencia de ser una estrella de su disciplina a cómo era ella en su casa era muy marcada. Así lo contó su hija Susana.
“Cuando éramos más chicos (junto a sus hermanos), no se hablaba mucho en casa sobre mi mamá, la campeona… Mi mamá era mi mamá. Cada tanto algún chiste, pero no era un tema que se diera mucho. No se hablaba mucho en casa sobre ella y su historia”, relató.
“Mamá era muy modesta. Era increíble lo poco que hablábamos en casa sobre su hazaña. Ella fue la primera mujer argentina y sudamericana en ir a los Juegos Olímpicos. Pero era un tema que no se hablaba en casa. Siempre nos reíamos y hacíamos chistes sobre que a él (por su papá) no lo llamaban el ‘Sr. Peper’ sino que le decían ‘Sr. Campbell’. Él fue nadador, campeón sudamericano, pero no se hablaba. Y mamá nunca nos mencionó lo que sintió al ser abanderada, porque no era algo que no se frecuentaba”, explicó sobre la forma de ser de “mamá”, el latiguillo que usó Susana para mencionar a aquella nadadora que falleció en 2003 a los 86 años en su casa del barrio de Belgrano.
El paso del tiempo puede ser cruel. Nombres como los de Jeanette Campbell merecen más que sólo ser usados para nombrar la pileta principal que tiene el CeNARD o que su apellido sea parte de una de las calles internas del barrio que supo ser la Villa Olímpica en Buenos Aires 2018, los Juegos Olímpicos de la Juventud que se realizaron en Argentina. El valor de la vida de una deportista que fue un símbolo de su época merece ser contado por propios y extraños.
Esa es la mejor forma de mantener viva su memoria, en este caso la de una nadadora que casi a los 50 años tuvo, tal vez, el mejor homenaje que la vida le dio en su relación con el deporte: compartir con uno de sus hijos, que además siguió su legado en la pileta, uno de los grandes momentos que puede atravesar un atleta en su carrera.