Milei va al Congreso con el Presupuesto: enfrenta costos por la falta de iniciativa y por concepción política
El tablero de cada cámara del Congreso acaba de dejar a la vista del Gobierno un cuadro que expone los costos de su encierro de meses y, por debajo, los trazos de su concepción política de fondo. Anotó un triunfo sufrido y un par de derrotas sonoras: en conjunto, una señal alarmante. En Diputados, vio reducido al límite el acompañamiento de legisladores de otros espacios, esta vez para sostener el veto a la ley de movilidad jubilatoria. Y en el Senado, anotó el peor registro de soledad frente al rechazo del DNU de fondos para la SIDE y la sanción del financiamiento universitario. Javier Milei propone ahora el reto del Presupuesto 2025 y se verá si se limita al discurso o asimila lo ocurrida en una semana legislativa dura.
La sucesión de resultados adversos en el Congreso había comenzado antes y expuso desde el arranque la falta de iniciativa del oficialismo, que dejó el terreno abierto para el juego del archipiélago opositor. Por supuesto, eso no explica todo. Se trata de una expresión, no única, del modo en que se manejó Olivos a parir de la sanción de la Ley Bases y su paquete fiscal. La celebración de entonces, después de innumerables negociaciones con poda del texto original, fue seguida por una nueva etapa de desatención política, acompañada al menos en dos momentos por llamativas tensiones de los mercados.
Aquella actitud provocó primero recelo entre posibles aliados -con picos de tensión en la relación con Mauricio Macri y el PRO legislativo-, que con mirada pragmática hasta reprochaban por lo bajo la falta de aprovechamiento del impulso logrado con la Ley Bases, a fines de junio. El clima fue girando hacia el malestar entre los espacios dialoguistas -UCR, Encuentro Federal y otros bloques-, que advertían sobre el destrato en el Congreso. Y se hizo más explícito entre gobernadores de diferente origen -algunos de JxC, varios provinciales y un puñado del peronismo-, que reclamaban el cumplimiento de compromisos no solo en materia de fondos.
El Gobierno y sus operadores seguramente pudieron advertir esos síntomas durante al menos dos meses. Algunos, con eje en el Congreso. No lo podían ocultar ni siquiera los escandalosos capítulos de la interna libertaria en Diputados, donde opera directamente Karina Milei. Tampoco podían pasar inadvertidos en el Senado, a pesar de la mala relación con Victoria Villarruel. Para completar, llegaban los mensajes por el canal de Guillermo Francos y, en el caso de los jefes provinciales, a veces en forma directa con Luis Caputo.
En otras palabras, nadie podría aludir a sorpresas cuando comenzaron a producirse los movimientos que derivaron en las primeras advertencias prácticas para el oficialismo, entre ellas, además de la sanción de la ley jubilatoria, el primer gesto de rechazo al DNU de fondos para la SIDE y las disputas que dejaron en manos opositoras el manejo de la estratégica comisión bicameral que debería controlar a los servicios de inteligencia.
La reacción, más cerca del espasmo que de una construcción política, hilvanó una serie de reuniones para armar con aliados -empezando por el PRO- una especie de mesa que, según el compromiso inicial, debería funcionar regularmente no sólo frente al abismo. El propio Milei encabezó encuentros. Y en paralelo, fueron reactivados contactos con gobernadores. Alcanzó para la respuesta defensiva: sostener el veto a la ley de movilidad jubilatoria en Diputados. No sirvió -ni siquiera sumó los aliados- para evitar las caídas en el Senado: en el caso del DNU para la SIDE, la votación fue 49 a 11, y en el tema universitario, 57 a 10.
Esas votaciones generaron reacciones diferentes. Más allá del primer reflejo de cerrazón en el enojo, sobre todo en el círculo de Olivos, hubo alguna consideración crítica en filas legislativas del oficialismo y, más, de los aliados. Con el añadido de riesgo en cuanto al veto de la ley de financiamiento universitario, difundido con tono desafiante. Están a mano las imágenes de la masiva marcha de fines de abril, en el pico de la disputa por el presupuesto para las universidades públicas.
Milei decidió presentar personalmente el proyecto de Presupuesto 2025, este domingo, en el Congreso. El gesto -inédito-, el discurso y el juego que abra a partir de ese momento son elementos connotados por el antecedente inmediato de una semana legislativa densa. La primera especulación remite al inicio formal de las sesiones ordinarias, el 1° de marzo. Fue un acto con mensaje cargado de adjetivos contra “la” política, pero para vestir la convocatoria que derivó en la acotada Ley Bases y su complemento, el paquete fiscal.
Por lo pronto, la presentación del Presupuesto no tendrá el marco de una asamblea legislativa. Y estará a tono con las postales de estos días. El peronismo/kirchnerismo anticipó que no participará y los espacios dialoguistas optarían por delegaciones reducidas.
Existe otra movida política en marcha que no es ajena, sino complementaria. Se trata del nuevo ciclo de reaparición de CFK. La ex presidente decidió jugar abiertamente en la disputa con Milei. Tiene objetivo múltiple: apuesta a “ordenar” al peronismo manteniendo su predominio, a ocupar el liderazgo del fragmentado conglomerado opositor y -punto básico para sostener las referidas aspiraciones- despegar de la gestión compartida con Alberto Fernández, en proceso final de hundimiento.
Es una estrategia elemental orientada a profundizar la grieta y colocarse como única contraparte. Milei hasta ahora siente que le resulta funcional, al menos en el plano discursivo. Pero existe un problema de fondo. Aún con fisuras y tensiones domésticas, Cristina Fernández de Kirchner mantiene al peronismo atado a la lógica de la oposición cerrada y cada tanto, anota confluencias prácticas con otras franjas en el Congreso. El oficialismo, después de la Ley Bases, mostró desinterés o limitaciones graves para reponer un sistema de negociaciones que le asegure resultados legislativos.
El Gobierno sigue sin armar un mecanismo -no escrito, por supuesto- que procese acuerdos y asimile espacios de diferenciación. Está a la vista la ausencia de convicción y queda por verse si pesarán otra vez las necesidades. También de eso se trata la vuelta de Milei al Congreso.