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El lado B del Perrito Barrios, la figura de San Lorenzo: el apodo oculto, cómo evitó las “malas influencias” y los dos clubes que lo tentaron

Pablo Ayazzi
El Perrito, con Ayazzi y su familia

Para llegar a ganarse el corazón de los hinchas y ser hoy el emblema de San Lorenzo de Almagro, Cristian Nahuel Barrios, popularmente conocido como el Perrito, tuvo que atravesar varios obstáculos a la largo de sus 24 años. Se crió en un ámbito complicado y escuchar disparos de armas de fuego era algo habitual durante su infancia. Sin embargo, gracias al fútbol pudo salir adelante.

El Perrito nació el 7 de mayo de 1998 en Dock Sud, una localidad del partido de Avellaneda, a pocas cuadras del Riachuelo. Ahí soportó frío, lluvia, calor y pasó los días junto a sus 10 hermanos y a su madre Mónica, en un hogar humilde en el que algunas veces pasó hambre.

Sus inicios en el fútbol fueron en un club de Gerli llamado Amor y lucha, donde conoció a su papá de corazón, Pablo Ayazzi: “Lo adopté como el hijo varón que no tuve”, cuenta el hombre de 45 años, quien también es su descubridor futbolístico y una persona muy importante en su vida.

Luego de seis temporadas en el baby fútbol, Chupete – como lo llaman los íntimos porque de chico lo usó mucho- llegó al club de Boedo a los 12 y lo ficharon en Novena División. Había tenido un efímero paso de tres meses por River Plate, pero le quedaba muy lejos viajar desde el Docke hasta Núñez para entrenarse. Así que probó suerte en el conjunto azulgrana.

Pero una vez integrado en las Inferiores azulgranas, su baja estatura (156 centímetros) comenzó a presentarle inconvenientes, que el propio Barrios expresó en julio 2016: “A veces me da miedo no poder llegar a la Primera División por la altura que tengo”. En aquel momento, la dirigencia le sugirió apelar al mismo tratamiento de hormonas al que se sometió Lionel Messi, pero la conclusión fue que a su edad ya era tarde para que tuviera efectos. Sin embargo, la vida le depararía una nueva oportunidad. En abril de 2017, días antes de cumplir 19 años, el entrenador Diego Aguirre lo hizo debutar en el duelo de Copa Libertadores ante Universidad Católica, convirtiendo el único tanto de cabeza para darle la victoria al conjunto local.

Sin embargo, su paso por Boedo tuvo altibajos, llegó a irse a préstamo dos veces -a Defensa y Justicia y a Central Córdoba de Santiago del Estero-, pero logró ganarse nuevamente un lugar y, con mucho trabajo, llegó a su mejor nivel de la mano de Ruben Darío Insúa.

En diálogo con Infobae, su papá adoptivo cuenta los secretos del futbolista que porta la camiseta número 10 en el equipo azulgrana. La dura infancia que atravesó entre Dock Sud y el asentamiento 1-11-14, sus malas influencias, los factores personales que lo llevaron a debutar en Primera División, el día que se volvió en colectivo tras un partido de Libertadores en el Nuevo Gasómetro, y cuales son sus metas a cumplir.

Pablo Ayazzi
Ayazzi conoció a su papá del corazón en el club de Gerli en el que se inició

– ¿Cuándo conociste a Nahuel?

– A los 6 años. Fuimos a buscar a su hermano Ezequiel, categoría 94, para integrarlo al club Amor y Lucha, y Nahuel dijo quería sumarse. Lo llevamos a probarse y, cuando lo vimos, nos sorprendió a todos, porque marcaba mucha diferencia.

– ¿Qué tenía de diferente?

– Ya era un crack. Tenía una gambeta indescifrable. Yo soy entrenador recibido y me di cuenta de que Nahuel contaba con la virtud de cambiar el paso a la carrera con la pelota en los pies, y eso me llamó mucho la atención. La llevaba atada a dos centímetros del pie. Era muy rápido, veloz, una lauchita que se metía por todos lados. Recuerdo los goles convertidos y campeonatos ganados. Un distinto en todos los sentidos. A esos chicos uno los ve diferentes a tan corta edad. También nos pasó con Rodrigo De Paul, categoría 94, y con Ricardo Centurión en la 93; Nahuel es ´98. A esa corta edad, te dabas cuenta de que iban a llegar, pero dependía de un montón de factores.

– ¿Qué factores hicieron que Barrios pudiera llegar a Primera?

– Su perseverancia y ambición. No estoy hablando de dinero, sino de progresar en el juego. Él siempre quiere más y esa ambición lo llevó a ser tan competitivo hasta con él mismo. Por eso, hoy está en su pico de madurez máxima. Se me eriza la piel al hablar de Nahuel.

– ¿Por qué?

– Porque siento orgullo, satisfacción y emoción por el momento que está pasando. Todo lo que hice fue de corazón, para ayudarlo a que hoy sea quien es. Pero por sus propios méritos está donde está. También, por el empuje, el carácter y su persistencia; eso siempre se lo recalco. Como es calentón en la cancha, también es insistente y va al frente. Lo ayudé por la persona en sí que es, por su familia y porque quería que tuvieran un presente mejor. A Nahuel, todos los años, le hacíamos una carta de cumpleaños, En Pascuas le regalábamos un huevo. En sus inicios en el fútbol, lo llevamos al shopping a comprarse sus primeros botines y le decíamos que su mamá se los había comprado para que esté orgullosa de ella, por lo luchadora que es. También, para que no sea crea menos ante nadie.

– ¿Qué reacción tuvo al recibir sus primeros botines?

– Se le iluminó la carita, como a un nene cuando le dan un regalo de Navidad y es feliz, no me olvido más. Fueron unos zapatos negros con blanco de Nike. Yo tengo una nena de 18 años y Dios no quiso que tuviera un varón, pero con Nahuel compartí muchas cosas, como si fuera su papá adoptivo. Es el hijo varón que no tuve, y lo amo como si así fuera. Cualquier triunfo en su vida me hace sentir orgulloso de eso.

– ¿Cómo es Nahuel como persona?

– Su carácter es 50% genético y el otro 50 % lo fue armando con todo lo malo y bueno que la vida le dio. Es muy generoso. Sabe valorar todo lo que tiene. Eso lo mamó en su casa, y también con lo que le fui aportando. Tiene mucha fuerza de voluntad y es muy buena persona, ayuda mucho al prójimo. A veces discutimos, porque le digo “tenes que fijarte qué haces con tu plata”. Yo nunca le pedí nada, ni lo voy a hacer, pero yo quiero que se compre su casa para que tenga un techo, un porvenir asegurado. Hoy no lo tiene.

– ¿Todavía no se pudo comprar su casa?

– No, está ahorrando para comprarse su casita. A su madre le refaccionó la que tiene. Vive bien económicamente y no tiene quejas en ese sentido.

– ¿Cuál fue el primer consejo como padre adoptivo que le diste?

– Hablamos muchísimo y hasta lo llevé al dentista por primera vez. El primer consejo que le di fue que debe tener su techo, comprarse su casita y una para su mamá; y estamos en proceso de eso.

– ¿Cómo manejó las malas influencias?

– Muy bien. En la villa vos te vas a entrenar y hay gente que te dice “vení, quédate acá con nosotros, qué haces abajo del sol, lagarto. Quedate acá. Vas a ir a correr como un boludo”. A pesar de sus malas influencias, no hizo caso al pedido de sus amigos, y su persistencia y fuerza de voluntad hicieron que fuera a entrenar todos los días, ya sea con lluvia y frío. Y, además, se tomaba dos colectivos de ida y vuelta para ir a entrenar cuando no podíamos irlo a buscar porque trabajábamos.

-Producto de tanto sacrificio, ¿alguna vez te manifestó la necesidad de dejar el fútbol por el desgaste que le llevaba el ir a entrenar?

– No, siempre me dijo que iba a persistir y que lo iba a lograr. Por eso, tiene que ser un ejemplo para el resto de los chicos, por su perseverancia y fuerza de voluntad. Todo es para aquellos jóvenes que dicen “no sé cómo viajar o cómo ir”. Se tomaba dos colectivos y a veces iba sin comer a San Lorenzo. Cuando llegaba al club, desayunaba bien, se cuidaba con frutas y hasta se quedaba a almorzar, sabiendo que en su casa no tenía para comer. A veces, no tenía botines e iba igual.

– ¿Se hizo fuerte ante las adversidades que le propuso la vida?

– Sí, porque tenía todo cómo para que no le fuera bien. Era chiquito, no se alimentó bien en su vida, no estaba físicamente en condiciones, ni tampoco contaba con dinero para viajar. Sin embargo, de una u otra manera se la rebuscó para triunfar. Luchó contra todo y fue para adelante, hizo mucho sacrificio, y al final, tuvo su recompensa.

– ¿Es cierto que jugando en la Primera de San Lorenzo regresaba a su casa en colectivo?

– Sí. Recuerdo que luego de un partido del Ciclón contra el Emelec de Ecuador por la Copa Libertadores volvió en colectivo a su casa junto a Ezequiel, uno de sus hermanos. Resulta que terminó el juego, se duchó, se cambió y cruzó caminando la avenida Fernández de la Cruz para ir a la parada de colectivo. Allí, se sacó fotos con los hinchas. Como tardaba el bus en venir, se cansó y se fue caminando hasta Pompeya. Recién a la 1 de la mañana pudo tomarse el colectivo rumbo a Dock Sud.

– ¿Cuál es tu primer recuerdo de cuando él era chiquito?

– A sus 11 años, estábamos jugando la Copa Campeones en el club Amor y Lucha y unos días antes había fallecido mi papá. Nahuel lo conoció y tuvieron mucho trato con mi Viejo. Entonces, en un partido, Chupete -así le decíamos a Nahuel de chiquito porque usaba mucho el chupete- eludió a tres defensores, al arquero, y antes de convertir el gol me miró, saludó al cielo y me dijo “para tu papá”, y convirtió el gol. Que se acordara de mi papá en ese momento fue lo mejor que me pudo pasar.

– ¿Fue un gesto de agradecimiento por todo lo que hiciste por él?

– Yo creo que las cosas que haces de corazón se pagan con el corazón. Cuando muchas veces me remarca “yo te debo mucho a vos”, le respondo “no me debés nada”. Yo lo hice de corazón, y lo volvería a hacer. Su padre biológico murió antes de que Nahuel naciera. Yo vengo a ser el papá de corazón de él, muy cercano a la familia, que es muy buena y humilde.

– ¿Cuántos hermanos tiene?

– 10 más, son 11 hermanos. Su mamá, Mónica, se esforzó mucho para alimentarlos y los pudo sacar adelante, ya que todos salieron trabajadores, y buena gente. La infancia de Chupete, en carácter de dinero, fue muy humilde. Pero con el calor de su madre y de sus hermanos se hicieron muy fuertes ante las adversidades, y hoy la están pasando mucho mejor porque Dios los iluminó y pudieron salir adelante.

– ¿Es cierto que a veces no comía para que pudieran comer sus hermanos?

– Sí, Cuando era muy chiquito lo iba a buscar a su casa o al colegio para llevarlo a entrenar. Entonces, le preguntaba si había comido y me respondía que sí. Pero cuando indagaba un poco más, me daba cuenta de que me mentía. Porque le preguntaba: “Chupete, ¿qué comiste?”. Entonces, me decía “Fideos”. Pasaba una hora, le volvía a consultar y me decía “Milanesa”. Entonces, me estaba diciendo una cosa y luego otra. Yo le comentaba: “No me mientas, no comiste nada”. En ese preciso instante, bajaba la cabeza y me afirmaba que no había comido nada. Acto seguido, lo llevaba a algún lado a comer.

Pablo Ayazzi
El Perrito -o Chupete, como le decían entonces- en el club Amor y Lucha

-¿Por qué le dicen Perrito?

– En el Conurbano suelen llamar “gato” o “perro” a los conocidos. Entonces, cuando él jugaba en la Sexta de San Lorenzo, entraba al vestuario y saludaba a todos con un “qué haces, perro”. Al quinto saludo, le quedó ese apodo para siempre.

– Antes de su llegada a San Lorenzo, ¿en qué clubes se probó?

– En Racing Club, donde Monchi Medina estaba enloquecido con él, pero le quedaba lejos. Luego, estuvo un tiempo en River Plate, pero como se le complicaba viajar no fue más. Sus amigos jugaban en Arsenal de Sarandí, club que buscaba fichar a nenes muy grandes, y él por su contextura física no fue a probarse, sabiendo que lo iban a rebotar.

– ¿Quién lo hizo debutar en la Primera División?

– Diego Aguirre. El Pampa Biaggio lo tuvo mucho tiempo en la Reserva y ya lo conocía de su paso por las Divisiones Inferiores. Pero cuando llegó el uruguayo lo subió a la máxima categoría.

– ¿Cuando Jorge Almirón llegó como entrenador de San Lorenzo fue en la etapa más sufrió durante su carrera?

– Sí, porque no lo tuvo en cuenta. Entonces, se fue a jugar a Central Córdoba de Santiago del Estero. En el club de Boedo es donde mejor se siente, el que ama y lo formó, y lo daría todo por esa institución. Más allá de que Almirón no lo tuvo en cuenta, quería seguir intentándolo en el fútbol y siempre buscó la manera de ir para adelante.

– ¿Cómo la pasó viviendo en Santiago del Estero, lejos de su familia?

– No la pasó bien. Fue en plena pandemia, extrañaba mucho a sus seres queridos. Tuvo mucho miedo por el coronavirus. Por primera vez tuvo que dejar parte de su familia e irse junto a uno de sus hermanos a vivir a otra provincia. Justo en esa época no se podía viajar y teníamos que estar encerrados. Producto de eso, padeció un poco esa lejanía, pero lo ayudó a crecer y a madurar. Y hoy es lo que es por todas esas experiencias que fue atravesando.

– En la actualidad, ¿sigue siendo el mismo chico de siempre?

– Sí, el mismo de siempre, no cambió. Sigue haciéndome las mismas bromas. Es cariñoso y muy atento a lo que le pasa a mi mamá. Y yo se lo agradezco.

– ¿Está pasando por el mejor momento de su carrera?

– Sí, y él lo sabe. Está muy bien futbolísticamente y más maduro. A él le encantaría jugar en el selección argentina junto a Lionel Messi. Es su sueño, y también salir campeón con San Lorenzo. Esas son sus metas a cumplir.

– ¿Cuánto tuvo que ver Ruben Insua en su crecimiento futbolístico?

– En su vida le tocaron personas muy buenas que lo ayudaron en diferentes momentos e Insúa es una de ellas. Mucho tiene que ver con su actualidad futbolística. El entrenador lo vio maduro y le dio confianza. Lo hizo sentir querido, y se siente importante, y por eso el muy buen momento que está pasando en el Ciclón.

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